Reportajes especiales

El zapoteco y los embates de una lengua, ¿en riesgo?

Andrés Henestrosa decía que “somos el idioma que hablamos”, porque la lengua es la que nos hace, nos forja. El poeta y narrador fue reconocido por su aporte a la fonetización del idioma zapoteca y su transcripción al alfabeto latino.

En su texto “Hombre: lengua y corazón”, Henestrosa afirmó que hablar idiomas no responde a un asunto de vanidad o arrogancia, sino que en suma se vuelven una visión del mundo. En una entrevista a Juan Domingo Argüelles, el poeta señaló que aunque se hablen muchas lenguas uno siempre será monolingüe, “como dice el Inca Garcilaso, aquel que se mamó en la leche materna, aquél en el que oíste los primeros arrullos, la primera canción de cuna. Ese es tu idioma, aunque hables veinte más”.

Y es que el zapoteco, lengua materna del poeta y narrador, es una de las principales que se habla en México. A nivel nacional hay 490 mil 845 personas que hablan zapoteco.

Oaxaca es uno de los estados que concentra mayor población que habla lenguas indígenas: 1 millón 193 mil 229 personas. El zapoteco es una de sus principales lenguas. Según el Censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en la entidad, hay 420 mil 324 personas que lo hablan, de los cuales 199 mil 046 son hombres y 221 mil 278 son mujeres.

Muchas personas hablantes de zapoteco han migrado a otras entidades como Veracruz o Ciudad de México, también a California, Estados Unidos.

Sin embargo, también es una lengua que ha sufrido los embates del tiempo y la modernidad tardía ha sometido y trastocado a sus hablantes. Muchas personas se reconocen como zapotecas en la región de los Valles Centrales, pueblos en la periferia oaxaqueña, y pese a que el censo registró más hablantes, con respecto a 2010, entre la población resalta la percepción de una lengua que no es homogénea y que se resguarda sólo entre las generaciones mayores, por lo que sus hablantes consideran que existe el riesgo de que quede sólo en la memoria.

 

Del zapoteca al castellano, sin retorno

Doña Irma Martínez recordó entre sus memorias que sus padres hablaban una de las variantes del zapoteco, originario del pueblo de San Antonino Castillo Velasco.

Ella migró con sus padres a Ciudad de México cuando era niña, debido a la precariedad en la que vivía el pueblo, el cual se dedicaba a la actividad agrícola. Su papá era jornalero y deseaban dar una oportunidad de estudio a sus hijos e hijas.

Unos meses vivió en Nezahualcóyotl, Estado de México, y después se mudaron al Centro Histórico. Para ella fue impactante el cambio del campo a la ciudad, porque experimentó la discriminación y el encuentro con una agresiva y creciente urbe.

Cuando llegué los niños te ven distinto. Notan que vistes diferente y hablas distinto. Luego, luego saben que no eres de la ciudad y te relegan. Yo sufrí eso en mi primer encuentro en la ciudad. Es sorprendente porque sin saberlo eso hace que haya separación y no integración”, indicó.

Cuando la cambiaron de escuela fue distinto, porque tuvo la oportunidad de demostrar a los niños y niñas que Doña Irma había aprendido mucho de poesía, porque su padre Juan Martínez, le dejó esa arma.

Te vas dando idea de que sí tienes valores, yo sabía muchas cosas que me había enseñado padre, porque al llegar a la Ciudad uno se da cuenta de la diferencia. Eres indígena, tienes carencias, pero a nosotros nunca nos avergonzó nuestra lengua, la veíamos normal, porque era nuestra lengua”, expresó.

Los padres de Doña Irma sí hablaban zapoteco, aunque no todos sus hijos e hijas lo aprendieron. Sin embargo, son criticados cuando lo hablan.

“En vez de corregirte muchas personas se burlan de ti. Los tonineros (gentilicio) no hemos superado esa situación de hablarle al otro con asertividad y reconocerlo como una persona más. Te dicen que mejor no lo hables, sino lo hablas bien y se burlan de ti”, comentó Doña Irma.

Su papá les compartía las tradiciones del pueblo, su cultura, las fiestas y les decía que debían reconocer su lengua, porque era parte de su identidad ‘toninera’.

“Nuestro idioma nos da identidad. Eso nos hace únicos. Tenemos que darle valor a nuestra lengua materna. Hay pueblos que sí lo hablan, sus niños lo hablan”, afirmó.

 

Zapoteco, ¿en riesgo?

Una vez, un conocido le dijo a Doña Irma que él no les ensañaba la lengua a sus hijos, porque no lo consideraba necesario. Era más importante el inglés.

Considera que el idioma se ha ido perdiendo y afirma que la escuela ha jugado un papel importante en ello, porque impuso el castellano a los y las estudiantes.

Tiene más de 60 años que se ha visto que se habla menos nuestro idioma. No es algo nuevo. En la escuela del pueblo se les prohibía a los niños y niñas hablar zapoteco. Se les castigaba si eran sorprendidos hablando zapoteco”, contó Doña Irma.

Entre algunas risas, Doña Irma recordó que en el pueblo existió un hombre llamado Esteban Vázquez, profesor del pueblo, pero quien era conocido por su pedagogía autoritaria.

“Mis tíos, hermanos de mi mamá, fueron alumnos de él. Fue conocido por su autoritarismo. Enseñó a varias generaciones, imagínate, mi tío ya tiene ochenta y tantos años. Les pegaba a los niños y niñas por hablar en zapoteco, lo satanizaba, o por no llevar la tarea. No era disciplinado, era autoritario. Esa historia fue pujante para el pueblo, porque se reconoció que el zapoteco no servía, sino el castellano. Eso impactó al pueblo”, declaró.

En la misma región reconocen las variantes de la lengua.

Las variantes del zapoteco se reconocen por la entonación y acentuaciones, por el modo de pronunciarlo. Nosotros podemos distinguir las diferencias por los sonidos. Al escucharlo reconocemos si es de Santiago o de otros pueblos. En Pochutla, por ejemplo, usan mucho la ‘j’, la ‘k’ y la ‘x'”, detalló Doña Irma a Once Noticias.

Según algunos estudios lingüísticos, han encontrado que las lenguas zapotecas se caracterizan por ser lenguas tonales, es decir, “cada una de sus sílabas tiene una pronunciación melódica específica, y el cambio de tono en las palabras puede indicar una palabra distinta, aunque el resto de sus sonidos consonánticos y vocálicos sean iguales”.

Doña Irma enfatizó que su lengua no va a morir hasta que el último zapoteco hablante muera, pero mientras tanto permanecerá, porque son una nación. Y como Henestrosa, Doña Irma afirmó que su lengua materna es lo que los forja. Tal afirmación le recordó un poema zapoteco que en español dice:

“Te vas a morir, los que pelean porque existes. Dicen que eres palabra del diablo, pero no, no te vas a morir hasta que el sol se muera”, concluyó Irma Martínez con este poema zapoteco.

Según el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales. Variantes lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas (INALI, 2009), existen 62 variantes en la agrupación lingüística zapoteco.

Los estudios lingüísticos sostienen que las lenguas zapotecas están dentro de la macrofamilia Otomangue, que se divide en Otomangue del Este y del Oeste.

Sostienen que la familia zapotecana pertenece a la rama del Este, que a su vez se subdividide en dos: amuzgo-mixtecana y popolocano-zapotecana, en esta última se encuentra el llamado zapotecano que incluye a las lenguas chatinas y las lenguas zapotecas; a su vez, éstas, tienen sus propias y complejas ramificaciones.

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