Bety Maldonado es fundadora de “Mujeres unidas por la libertad”, una organización que defiende los derechos humanos de las mujeres dentro y fuera de prisión.
Ella estuvo privada de su libertad durante 6 años y medio, acusada de narcomenudeo.
Estuve por delito de daños contra la salud en los operativos de la guerra contra las drogas que se había desatado unos años antes. Y en esos casos el contexto hace la diferencia, en mi experiencia estaba intentando salvar la vida de mi hijo y la mía”, explicó Bety a Once Noticias.
La señora Maldonado trabajaba en una fábrica de mochilas y tenía un puestesito de garnachas que atendía por la tarde. En aquellos años su esposo se enganchó a la cocaína y adquirió una deuda muy grande. En septiembre del año 2009 llegaron unos sujetos armados hasta la puerta de su casa y le pedían 300 mil pesos para conservar la vida de su hijo, el dinero era imposible de conseguir así que se ofreció a trabajar vendiendo drogas a cambio de saldar la deuda.
“Fue algo terrible porque en ese momento también había mucha violencia por parte de los grupos delictivos. Yo empecé en septiembre de 2009 y en marzo de 2010 me detienen con un operativo de 200 elementos de la Agencia Federal de Investigación junto con un helicóptero. Yo vivía en una privada familiar donde estaban abuelos, tíos, primos y nietos del que era mi esposo. Hicieron cateos hasta con perros tácticos y nos sacaron con golpes de pistolas y arrastrando del cabello hasta la calle, nos decían que éramos unos asesinos, y mientras nos detenía agarraban a personas de la calle al azar, ahí fue la primera vez que me familiarice con la fabricación de delitos, porque la investigación era sobre mi persona y no sobre toda la cerrada donde vivíamos. En total arrestaron a 22 personas, entre ellas a menores de edad”, recordó Bety.
Muchos acusados salieron absueltos pero otros se quedaron. El esposo de nuestra fuente pasó nueves años, su hijo paso cinco y ella pago con seis años y medio de vida.
Fue trasladada al penal de Santa Martha, pero el 18 de octubre de 2011 la mandaron a la cárcel de máxima seguridad de Nayarit, “Islas Marías”. La subieron desde las seis de la mañana a la camioneta que las llevaría al aeropuerto. Durante el trayecto el conductor chocó, algunas internas pidieron ser valoradas en un médico, pero se les negó esa atención y terminaron llegando al aeropuerto a las nueve de la mañana.
Llegamos al aeropuerto y sólo nos dieron un bote para hacer nuestras necesidades adentro de la combi, y ahí estuvimos hasta las cinco de la tarde. Llegando a Mazatlán nos desnudan y los tratan de lo peor, como si no fuéramos humanos. De ahí nos suben a unos barcos que nos llevaron a las Islas Marías, nos metieron al ‘El reguilete’, un campamento construido con láminas térmicas que sentíamos que nos cocinaba todos los días”, detalló Bety.
En esos momentos tenía que aguantar el sofocante calor y las condiciones antihigiénicas. No podían hablarles a las autoridades de frente, sólo con las manos atrás y la cabeza hacia abajo. En ese momento no tenía la seguridad para decirles que eran funcionarios públicos y que su trabajo era salvaguardar la integridad física y mental de las personas presas bajo su custodia.
“Éramos 500 mujeres de todos los estados, no había medicamentos y menos médicos y con el ruido incesante del mar también es parte de la tortura. Las mujeres lloraban recordando a sus hijos, y sus vidas en libertad a veces pasaban días sin salir de las estancia porque las autoridades así los decidían y no podíamos pedir más información de la que nos gritaban”, explicó la activista.
En esos largos lapsos ella se dio cuenta que no había ningún plan de reinserción ni cursos ni escuela. Empezó a mandar correos a las comisiones de Derechos Humanos cuando a una de sus compañeras se le reventó la vesícula tras varios días de pedir atención médica.
Nos decían que las rejas de ese lugar valían más que nuestra vida porque éramos criminales que le hacía mal a la nación. Llega un momento en el que me lo creí, pensaba que sí me merecía lo que me hacían t me resigne totalmente. Poco a poco fui tomando fuerzas comencé a dar clases de lectura y redacción porque había mucha compañeras que no sabían hacerlo. Para lo era un intercambio, porque también me mantenía ocupada”, aclaró la luchadora Social.
En septiembre de 2012 le notificaron que volvería a Santa Marta tras haber ganado un amparo para su traslado.
“En ese año empecé a ver qué cometí un error y que ya lo estaba pagando con cárcel, pero no por eso tenía que aguantar la tortura, humillaciones y tratos indignos, y ahí comenzó mi lucha contra las autoridades, para que se hicieran responsables de su trabajo y dejaran de torturarnos y de extorsionarnos”.
Fue así que comenzó a organizarse con otras compañeras y con diferentes defensores de derechos humanos. Crearon proyectos educativos, culturales y laborales dentro de la cárcel para mujeres pero en poco tiempo Bety salió de prisión.
No es fácil salir de la cárcel porque una sale con una mano adelante y una atrás y sobre todo con el estigma de la familia y la sociedad, hay muchas mujeres que están por el delito de narcomenudeo y tráfico de drogas y empezamos a organizarnos para sacar las voces detrás de las rejas, pero es un shock al entrar y al salir”.
“Afuera a veces no tenemos a nadie, muchas se quedan afuera de Santa Martha porque no tienen a dónde ir, su familia no las quiere recibir y sus hijos ya hicieron su vida sin ellas, por eso es que también estamos pidiendo un albergue que pues ayudar a las mujeres en estás situación pero hasta ahora no lo hemos logrado. Nuestra lucha es para no dejar solas a las compañeras que están dentro y fuera de prisión, que sepan que valen mucho y que nos hacen falta como sociedad porque la mayoría de las mujeres en prisión, están pagando los delitos que un hombre cometió, y cuando salen no hay nadie que vea por ellas”, concluyó Bety Maldonado.