Darwin, migrante venezolano, tiene tres grandes motivos para estar contento: Andreina, Dyverson y Angeli, su esposa y sus hijos, están junto a el.
En un albergue de Ciudad Juárez también tiene comida y un techo para protegerse del frío extremo.
“De verdad estoy agradecido con Dios porque estoy con mi familia, estamos gracias a Dios sanos, con salud y bueno seguiremos en la lucha”, dijo Darwin.
Y aunque no lo demuestra, Darwin reconoce que la incertidumbre carcome su interior.
Lo angustia el limbo jurídico del Título 42, que no les permite solicitar asilo en Estados Unidos.
“Todos somos seres humanos, todos somos seres iguales para Dios, independientemente de la nacionalidad que somos todos somos hijos de Dios”, agregó.
Lo alivia la presencia de su familia y saber que ya está a unos pasos de territorio estadounidense.
En su país, recuerda, dejó a sus padres y una noble profesión.
Era bombero en su natal San Cristóbal, frontera con Colombia y todos los días salía a salvar vidas.
“Mi padre es bombero, crecí en ese ramo de bomberos y en la brigada fui creciendo y esa es mi virtud gracias a Dios conseguí buenos mentores en mi carrera y me enseñaron de verdad lo que es la humildad ayudar al prójimo que es lo que más me encanta sin recibir nada cambio”, añadió.
Pese a ser considerado como héroe, Darwin es uno de los millones de venezolanos expulsados de su propio país.
“Allá es duro, es duro porque ni en los mismos cuerpos de bomberos tienen los equipos sofisticados para atender a la ciudadanía, a veces nos toca con las uñas”, comentó Darwin.
Como miles de sus paisanos es doblemente emigrante. Hace 5 años salió a probar suerte al Ecuador.
“La situación de Ecuador se fue agravando por cómo todo mundo sabe por la inseguridad que hay allá en Ecuador, se fue agravando y preferimos salir a buscar ese sueño que todo mundo lo está buscando un porvenir para mis hijos”, puntualizó.
Lleno de ilusiones emprendió su camino al norte, hace cuatro meses.
Asegura que la travesía de Ecuador a Ciudad Juárez ha sido más extrema que apagar incendios.
“En una parte nos tratan mal, en otras partes nos tratan con los brazos abiertos y ese es el pan de cada día como recién llegado aquí en México entré por la frontera de Tapachula y ahí nos fue pésimo, dormimos afuera en la calle con mi familia, ver a mi hijo acostado en un cartón a la intemperie, mi familia, eso no lo demuestro porque mi corazón es un poco duro, pero por dentro me estoy carcomiendo completamente de verdad”, dijo Darwin.
El fuego y los golpes de la vida le han forjado un escudo impenetrable.
Promete que, si logra ingresar a Estados Unidos, en agradecimiento se enlistará como bombero dispuesto siempre a dar la vida por los demás.
“Seguiré siendo bombero, aquí o adonde vaya, cualquier persona que me necesite yo estaré ahí al lado y téngalo por seguro que les voy a extender la mano y si es como estoy diciendo si es de dar mi vida por una persona la daría, no me temblaría la mano dar la vida por cualquier ciudadano”, concluyó Darwin.