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“Mujeres por la tierra”, colectivo contra violencias y por el alivio económico

Lety, Griselda y Alma trabajaban en una cooperativa en una escuela y perdieron su trabajo el año pasado, derivado de las crisis económica y sanitaria por la pandemia de COVID-19.

Son originarias de la mixteca baja de Puebla y habitan en el pueblo de Santa Ana Tlacotenco, en la alcaldía Milpa Alta, en Ciudad de México.

Ante el desempleo encontraron una oportunidad para resistir y hacer frente a sus economías familiares.

“Mujeres por la tierra, mujeres de la periferia” es un colectivo que vende alimentos preparados como tlacoyos, tamales, tortillas, gorditas o atoles, con productos que ellas siembran. Los entregan en distintos puntos de la Ciudad dos veces a la semana.

Sembramos maíz, nopal, frijoles, cocoles, quelites. Lo llevábamos a vender al tianguis, a la central”, explicó Chío, una de las integrantes del colectivo.

“Todo empezó por la pandemia. Nos quedamos sin trabajo. Este grupo fue una idea de la hermana Chío”, comentó Griselda, de 33 años, en una conversación con Once Noticias.

 
 
 
 
 
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Este colectivo surge de la necesidad de hacer frente al desempleo y como una oportunidad para hacer frente a las violencias.

Este colectivo surge del hartazgo, de la violencia doméstica y de la desesperación económica que pasamos todas”, expresó Chio.

Las mujeres comparten que ellas poseen el conocimiento para trabajar la tierra y que, al pasar por una racha dura, decidieron unir fuerzas.

Actualmente, son seis mujeres las que se encuentran dentro del proyecto. Con siete meses de haber iniciado sus operaciones, abren las puertas para que más mujeres participen.

La crisis por la emergencia sanitaria de coronavirus ha profundizado los nodos de desigualdad de género. Según datos del Informe Especial COVID-19, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la pandemia golpeó a la región en un contexto de bajo crecimiento económico y aumento de la pobreza y desigualdades.

La contracción económica aumentó la precarización de las condiciones laborales: “en el caso de las mujeres representa un retroceso de más de 10 años en su participación en el mercado laboral”.

En México, se registró que la tasa de participación laboral fue de 35.3% en las mujeres, mientras que de los hombres fue de 61.1%. A estas cifras se suman las bajas remuneraciones y bajos niveles de calificación, además de la ausencia de protección social.

 

Esfuerzo contra las violencias

Chío enfatiza que Milpa Alta presenta una serie de problemas estructurales cuyas afectaciones se expresan en las violencias hacia las mujeres.

En esta alcaldía hay resistencia para cuidar al territorio, para no permitir la gentrificación, aunque conserva una cultura machista y misógina, y guarda mucho silencio con respecto a lo que sucede. Protege mucho a los agresores. Hay mucha violencia intrafamiliar, abuso sexual infantil e incesto. En menos de una semana hubo cuatro feminicidios. ‘Mujeres por la tierra’ busca visibilizar esas violencias que se viven”, subrayó.

El objetivo del colectivo es visibilizar que las mujeres son las que sostienen la economía familiar, porque la presencia de un hombre, no asegura o representa la estabilidad económica.

Los trabajos de cuidado son mayores, tenemos que tronarnos los dedos para solventar las necesidades económicas. Este colectivo surge del hartazgo, de la violencia doméstica y de la desesperación económica que pasamos todas. Romper con el mandato de que las mujeres somos enemigas, sino que podemos organizarnos para poder sacar un proyecto”, aseguró Chío.

“Mujeres por la tierra, mujeres de la periferia” ha significado demostrar que los esfuerzos de este sector poblacional son significativos para la producción y desarrollo social.

Me ha ayudado porque siento que he conocido un poco más. He tratado de trabajar las violencias que yo vivo. Me ha ayudado a reconocer que somos fuertes y guerreras, valemos mucho y nadie nos debe de hacer sentir menos. Saber que atrás de nosotras llevamos hijas, es bueno enseñarlas que la vida no es fácil, pero también es bonita porque atrás de nosotras hay mujeres empujándonos”, dijo Griselda.

Lety comparte que este proyecto le ha dado la oportunidad de conocer a otras mujeres, “de verlas que están ahí con nosotras, en el taller con otras, escuchar sobre lo que les pasa. Me ha dado la oportunidad de conocer la ciudad”.

 

Obstáculos de comercio

Sin embargo, las mujeres reconocen que prevalecen dos obstáculos principales, el primero son las ventas.

Hay días en lo que sólo tenemos un pedido. Batallamos mucho en los pedidos. A veces echándole ganas no te sale para entregar sólo un pedido. Tenemos que tocar puertas”, relata Chío.

La resistencia por parte de las parejas es otra barrera a la que se enfrentan día a día.

Hay celos y egoísmo de las parejas que siguen frenándolas en tiempo y espacios. Ya nos han dicho que somos un proyecto que destruye familias. Los conservadores de la comunidad, que también habita este territorio, nos ven como amenaza para el orden familiar establecido. Entonces estamos luchando contra los agresores, contra un pensamiento machista y misógino de la comunidad, principalmente de los hombres, luchamos contra la pandemia y contra nuestros procesos individuales”, explicó.

 
 
 
 
 
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Sumando a estas problemáticas, refirieron que también tienen como reto establecer un espacio físico fijo.  

No obstante, las mujeres coinciden en que este espacio, la comida y la tierra han sido un punto de encuentro y resistencia, una oportunidad laboral, para revalorar su territorio, pero también ha significado un importante lazo de organización, para replantearse sus relaciones y las violencias que atraviesan, porque las une no sólo su condición de género sino sus luchas y fuerza.

Las mujeres invitan a los lectores y lectoras a visitar sus redes sociales, para conocer sus productos y puntos de entrega.

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