“Vlady, Revolución y Disidencia”, en San Ildefonso, CDMX
La exposición recupera más de 300 obras, entre pinturas, murales, dibujos y bocetos, del artista ruso-mexicano Vladimir Kibalchich Rusakov.
En el Colegio de San Ildefonso se presenta “Vlady, Revolución y Disidencia”, muestra que reivindica el trazo de Vladimir Viktorovich Kibálchich Rusakov, más conocido como Vlady.
La exposición celebra el centenario del artista en 2020; sin embargo, por la pandemia se atrasó hasta 2022, que afortunadamente coincide con los 100 años del muralismo, cuyo epicentro se encuentra precisamente en San Ildefonso.
Es un reencuentro con la obra del artista ruso que en 1941 se encontró con México y desde entonces sería su leiv motif creativo.
“Por un proyecto de dibujo, pero al estar aquí es espectacular las pinturas y compararlas con las actuales”, dijo Alan Francisco, estudiante preparatoria.
“No había visto una exposición tan grande, solo había visto sus murales, pero sus dibujos solamente en libros, nunca los había visto en físico y esta preciosa”, comentó Carla Ramírez, estudiante de Artes plásticas.
Un pendiente de México con el artista que amalgamo sus raíces con la cultura mexicana y lo aproximó hacía diversos movimientos sociales.
“Estamos intentando que Vlady reciba una nueva mirada, sobre todo en un tema tan particular y tan importante como es la revolución y la disidencia”, comentó el curador Óscar Molina Palestina.
Exposición que resulta el primer gran acercamiento a la obra de Vlady.
“Tenemos 218 cuadernos que son como unas 55 mil páginas que contiene bocetos, dibujos, textos de Vlady desde 1939 y decidimos digitalizarlos en alta resolución y hacer comentarios por cada cuaderno, comentarios iconagráficos de contenidos de texto”, contó la curadora Araceli Ramírez.
La cita es en Justo Sierra 16, Centro.
Vladimir Kibalchich Rusakov (Petrogrado, 1920 – Cuernavaca, 2005), mejor conocido como “Vlady”, perteneció a diferentes mundos y a varias épocas: al siglo XX, en primer lugar, pero también al XIX, por la herencia familiar (su padre fue el escritor Víctor Serge, perseguido por el estalinismo).
Fue sucesivamente figurativo, abstracto y luego otra vez figurativo, sin dejar de tener un toque surrealista. Experimentó mucho, usó todas las técnicas a su alcance, fabricó sus propios colores, devoró volúmenes de literatura sobre arte y caminó kilómetros de museos en tres continentes.