Se equivoca quien piensa qué, allá en la Corte de Nueva York, se juzga solamente a un alto exfuncionario mexicano, a un exjefe policiaco, al confidente, estratega, amigo y mano derecha de Felipe Calderón.
No solo Genaro García Luna está sentado en el banquillo de los acusados. No solo se exhiben y se juzgan -parcialmente- sus corruptelas.
Se juzga a dos gobiernos, a dos Estados, a dos regímenes; a sus políticas, a su diplomacia, a su sistema financiero, a sus agencias, a sus corporaciones policiacas y de procuración de justicia, y a sus dirigentes del más alto nivel.
Todos los testimonios vertidos en el estrado, además de mostrar una vergonzosa y terrible imagen de México, nos hablan de cómo opera, de manera igualmente indigna, vergonzosa y terrible, un sistema continental de dominación.