Cultura

‘Läetitia o el fin de los hombres’, para entender qué es un feminicidio

Cuando hablamos de Francia, lo primero que se nos viene a la mente es: primer mundo, pensamiento revolucionario y ausencia de carencias; pensamiento “evolucionado”. El historiador quien, por accidente se convirtió en periodista, Ivan Jablonka, echa a atrás las ideas anteriores. En cada línea de su libro Laëtitia o el fin de los hombres nos recuerda que la humanidad es humanidad y el individuo es individuo; sin importar tiempos ni espacios.

Este trabajo, publicado en 2017, cuenta la historia protagonizada por Laëtitia Perrais, cuya muerte en 2011 sólo fue un punto de partida para llevar a contraluz la sociedad preocupante en la que nos encontramos: el mundo del machismo circunscrito a una cultura políticamente arraigada a las órdenes y mandatos del patriarcado.

Laëtitia y Jessica Perrais fueron unas mellizas que nacieron en el seno de una familia disfuncional: una madre tirada en la depresión que jamás dejó de ser violentada por su pareja. La justicia francesa logró quitar a las hermanas de aquellos padres que tuvieron el derecho de visitarlas con la familia que las acogió, una pareja de señores ejemplares, vistos así desde la perspectiva vecinal, pero que con el tiempo se supo que el padre adoptivo sólo utilizaba su figura de acogedor para abusar sexualmente de Jessica, quien reafirmó su homosexualidad durante los acechos que vivía de quien le debió haber dado protección.

Ancladas en la era de las redes sociales, una edad en búsqueda de identidad, y la complejidad de su estructura familiar, Laëtitia entabló una relación con un hombre, quien “un día como cualquiera”, la citó y la hizo desaparecer. A partir de entonces, Ivan Jablonka llevó a cabo una labor como Truman Capote lo hizo con la masacre en Kansas, al estar al pendiente, momento a momento, de lo sucedido con Laëtitia, hasta que se encontró y se llevó a cabo el “proceso de justicia”.

La muerte de la joven fue tan polémica como politizada. La ausencia de herramientas legales para detener a quien evidentemente la había asesinado, el derecho de silencio por parte del homicida, y un montón de parafernalias mediáticas que pusieron a la sociedad sólo en contra del presidente en turno, Nicolás Sarkozy, para convertir el feminicidio en un estandarte de ataques políticos.

Cuando encontraron el cuerpo de Laëtitia, Francia estaba llena de manifestaciones clamando justicia. La muerte de la chica se había convertido en un recordatorio de que, hasta hace unas décadas, el Código Napoleónico, que establecía que las mujeres tenían la obligación de hacer absolutamente todo lo que sus maridos les decían, ellas lo tenían que ejecutar a rajatabla, aún seguía vigente.

Indudablemente, el caso de Laëtitia fue el caleidoscopio perfecto para visualizar un machismo aún permeable sobre la sociedad francesa, los feminicidios se justifican bajo el telar de “se lo merecía por salir tarde e ir vestida así”, la falta de legislación en defensa de las mujeres continúa siendo una asignatura pendiente porque antes no era eso violencia sino legitimidad y justo castigo, y sobre todo, para exigirnos a cada uno después de leer lo sucedido, a no estar obligados a olvidar, per menos a repetir.

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