María Irene, Laura y Linda enfrentaron sus propias pandemias y se reinventaron.
El riesgo de una enfermera, el desempleo de una maestra y la violencia doméstica contra una comerciante, abrieron la puerta para mirar con otros ojos los estragos de una enfermedad que aún no termina.
Creo que las mujeres hemos demostrado en el transcurso de la historia, que somos infinitamente persistentes, que somos capaces de lograr, de llevar, de transformar”, destacó Laura Belmar, empresaria.
Los días suman más de un año de pandemia en un México habitado en su mayoría por mujeres.
María Irene, que trabaja desde el día uno en la atención de pacientes COVID-19, reconoce que no ha sido fácil.
“Vi una foto antes donde estábamos todas, y que diferente se nos ve nuestro rostro, ya nos acabamos, sí es cierto, porque ahora en las fotografías que nos tomamos ves preocupación ansiedad, el mal tiempo, sí nos ha cambiado mucho la pandemia, hasta en el rostro”, indicó María Irene Ramírez, jefa de enfermeras, del Hospital General Rubén Leñero.
Más de 30 décadas de servicio definen la vocación de servicio de esta mujer, que fue la primera persona en recibir la vacuna anticovid en México, el pasado 24 de diciembre.
“El ser enfermera siempre nos genera un compromiso con mi país, porque en tiempos de guerra siempre tenemos que estar al frente, en primera línea, como por ejemplo en esta que estamos en guerra contra un enemigo invisible”, dijo María Irene Ramírez.
Ella como muchas mujeres entre médicas, enfermeras, afanadoras y cocineras forman una de las líneas inquebrantables de la batalla contra el COVID-19.
“Siempre les digo a mis compañeras; vamos a salir adelante y tenemos que tener planes, tenemos que programar cosas, la vida, pues porque si no, no tienen ningún caso seguir con esta guerra, tenemos que ganarla”, expresó Ramírez Hernández.
Las clases en la escuela que Laura abrió antes de la pandemia iban viento en popa. Sin embargo, como muchos otros proyectos propios, el plantel se tornó incosteable y cerró el año pasado.
Tratamos de sostener mayo y junio y tristemente se habló con los papás y les dijimos ‘estamos con toda la intención de seguir en línea’, pero nuestra población estudiantil se fue de arriba para abajo en cuestión de tres semanas”, señaló Laura Belmar, empresaria.
Sin embargo, empobrecer, no estaba en los planes de Laura. Con poco efectivo pero mucho empeño en su interior, esta mujer emprendió por segunda vez ahora en línea.
“No me puedo dar el lujo de no seguir, yo no tengo otra opción, no tengo otras entradas, no tengo de dónde sacar más de lo que soy y de lo que sé, y a la semana ya tenía mi logo que se llama The Cubbyhole”, precisó Laura Belmar.
Su proyecto en línea brotó.
“Afortunadamente me está yendo muy bien, me pongo a circular en redes sociales que Laura Berman está en The Cubbyhole, que estoy a sus órdenes para un proyecto en línea y me empiezan a buscar papás que habían estado conmigo, en la escuela y ellos a su vez empiezan a recomendarme”, explicó la empresaria.
Ahora, Laura comparte su bonanza con aquellas que también fueron sacudidas por la pandemia.
“Incluso contraté dos maestras más una de ellas, su esposo perdió su trabajo está sumamente contenta que tienen este fuente para poder trabajar”, comentó.
Derivado de la pandemia, el desempleo afectó a más de un millón de mujeres en América Latina y El Caribe.
En el caso de Linda, el comercio fue la única puerta que se abrió luego de un encierro atroz.
Durante el confinamiento los registros de violencia hacia las mujeres aumentaron 60%. La peor cara de la pandemia la vivió Linda en su propia casa.
Comenzó de la forma de decir no me gusta la comida, nunca tienes limpio, nunca estás arreglada”, recordó Linda.
El miedo a salir era cosa menor. El temor fue dormir con su maltratador.
“Hasta que llegó la violencia física, empujones, pequeños pellizcos, rechazos cuando estábamos durmiendo”, agregó Linda.
El panorama empeoró para linda y con la carencia la agresión subió de tono.
Amenazas a mi hija que no es de él, y amenazas con armas punzocortantes todo el tiempo, me amenazaba que iba decirle a gente que conocía para que me matara, que las mujeres en cualquier momento pueden aparecer muertas en cualquier lugar”, denunció Linda.
Con ayuda psicológica y judicial, Linda puso fin a tres años de relación y ahora sola, emprende un comercio en pequeño que le da para comer.
“Estoy segura de que no volvería porque si yo regreso ahí solo regresaría a morir”, consideró.