-Mire, yo vine de Honduras. Mire, recorrí todo esto. Anthony, de 11 años, señala con su índice derecho sobre su mapa dibujado en una cartulina. Reconoce a Honduras, su país de origen, aunque no atina a ubicar la ciudad fronteriza de Tijuana. -Vine con mi papito y allá dejamos a mi abuela. Vamos a alcanzar a mi mamá, ella está en Estados Unidos. Ya casi llegábamos y nos metieron a la cárcel y luego nos mandaron en avión para acá, y luego en una camioneta. No veía nada porque era de noche. No me gustó el avión, yo sentía que nos íbamos a caer. ¿Qué extrañas de tu lugar de origen? -Ay, extraño muchas cosas: el WIFI, a mi perro y mi gato, y al Río Humaya. Yo iba ahí con mis amigos a jugar. Acá sí me gusta, me gusta jugar con los demás, pero yo extraño mi casa, no podemos regresar. Acá no tengo WIFI. Anthony fue deportado con su papá a México. Fueron detenidos en 2019 y llevados por las autoridades estadounidenses a las “congeladoras” un par de semanas. “Hacía mucho frío y las cobijas eran como de aluminio“, cuenta Anthony, dando cada detalle de ese amargo momento. Después fueron trasladados a Tijuana. Su objetivo era reunirse con su mamá que logró cruzar a Estados Unidos con la Caravana de 2018. En ese momento, Anthony se quedó con su papá, así lo decidieron, pero hubo la promesa de volverse a reunir. El proceso era largo para obtener una cita con el juez y tramitar el asilo. Mientras tanto tuvieron que esperar en el albergue y desesperado, el papá de Antonhy, decidió trabajar limpiando autos, porque no podía obtener un empleo en alguna maquila sin documentos. Luego vino la pandemia y todo, hasta sus vidas, se detuvieron en la ciudad fronteriza. -Sí me gusta México, yo le cuento a mi abuela cómo es y juego con los ‘chanchitos’. Ah, pero sí extraño el río y jugar con mis amigos. Anthony, como muchos otros niños y niñas, esperaban en el albergue Embajadores de Jesús, ubicado en Tijuana, mientras una cita -o un milagro- llegaba, para lograr cumplir el objetivo de cruzar a Estados Unidos. Su mamá lo logró, aunque también llegó a pensar que se quedaría en México. No obstante, con ayuda de una organización civil transfronteriza obtuvo su cita y su caso fue aprobado, porque como muchas otras personas huían de la violencia y el desempleo. Anthony continúa con su papá en Tijuana en espera de que la frontera abra y puedan retomar su proceso. Mientras tanto, recibe educación a través de un proyecto que tiene el albergue, y su papá lava autos. Tienen la esperanza de reencontrarse con su mamá y de recordar juntos esos días familiares en el Río Humaya.
La presencia de la migración centroamericana al país no es reciente
Hasta septiembre de este año, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) registró 90 mil 314 solicitudes de refugio, de las cuales más de 55% eran de personas originarias de Centroamérica (principalmente hondureñas, salvadoreñas, guatemaltecas y nicaragüenses). Los flujos migratorios devienen de los setenta y ochenta, cuando Centroamérica atravesó una serie de conflictos derivados de las guerras civiles y dictaduras que habían iniciado en el Siglo XX, bajo el cobijo del Gobierno de Estados Unidos que buscaba desestabilizar a América Latina. El conflicto armado se volvió la primera causa para empujar a las personas a migrar. Alma Lizárraga (CIESAS Sureste) dijo a Once Noticias que “esos flujos no son recientes, pero ha tenido un auge mediático y se ha visibilizado desde 2018. Ese año fue importante porque hubo una ruptura drástica tanto en trayectorias como en proyectos migratorios y expectativas de las personas”. La experta afirma que hay diferencias migratorias de las personas centroamericanas aunque compartan contextos históricos, económicos y políticos similares.“Las personas guatemaltecas llegaron como refugiadas y se concentraron en Chiapas, Campeche y Quintana Roo. Para los noventa continúo el flujo pero ahora como trabajadores temporales. Tienen una red sólida y fuerte que responde a una construcción histórica”. Alma LizárragaCon respecto a la migración salvadoreña, precisó que se rastrea desde los ochenta y tienen un vínculo muy fuerte con California. “Sus rutas migratorias eran principalmente la ruta del Pacífico (de Guadalajara hacia arriba). Muchas de ellas se asentaron en Baja California”, explicó. La especialista enfatizó que la migración hondureña es reciente. La presencia más numerosa empezó con el impacto del Huracán Mitch (1998) que obligó a muchos personas a movilizarse. “La migración hondureña tiene menos redes en comparación con otras migraciones. Utilizaban la ruta del Golfo que es mucho más corta, pero también más peligrosa -son menos estados, es más rápido y los costos disminuyen-. Ellos utilizan menos la figura del coyote o pollero”, detalló la especialista en estudios migratorios. La investigadora relató que suele verse como novedoso que México se vuelva país de destino, sin embargo, resaltó que muchas personas centroamericanas llevan más de 20 años en el país.
“Están asentados, principalmente, en Tijuana, Ciudad de México o en el sur. Después de 2018, algunas rutas cambiaron y muchos quieren llegar a Monterrey, aunque persiste Tijuana o se concentran en Ciudad de México”.Dijo que en la actualidad deben sortear con los impactos del endurecimiento de la política migratoria estadounidense y mexicana. “La política migratoria cada vez más restrictiva y cambiante. Ahora tienen que usar nuevas formas para ingresar a territorio mexicano. Esas políticas han impactado en sus proyectos migratorios. Se han visto forzadas a quedarse en lugares no planeados, como Tapachula”. Y es que antes las personas accedían a tener citas en Comar y tramitaban la Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias (TVRH), pero ahora no.
Y luego el Título 42 que hace deportaciones expeditas. Con la idea del tercer país o país seguro están obligados a buscar su regularización migratoria, porque hay un tapón en la Frontera Sur. La función de la frontera es restringir la movilidad”, relató.Dijo que las personas inmigrantes pueden obtener asesoría legal y migratoria con organizaciones transfronterizas, para que las guíen en sus procesos. “En las fronteras continúan la idea de seguridad nacional y ahora de seguridad sanitaria. Las opciones de las personas centroamericanas, junto a otras migraciones como las del Caribe o del sur, tienen pocas opciones y ahora es quedarse en México o tienen la esperanza de llegar al norte”.