Reportajes especiales

Búsqueda de personas desaparecidas: “ya buscamos hasta en zonas rojas”

La señora Victoria Rosales lleva cuatro años buscando a su hija, quien desapreció al ir a la escuela, pues considera puede estar en una red de trata de personas

María Guadalupe Morales Rosales fue desaparecida en el estado de Puebla el 27 de octubre de 2017. Nació el 18 de diciembre del año 2000, aún era menor de edad cuando su familia dejó de saber de su paradero. La niña estudiaba el tercer año de bachiller en un plantel al centro de Puebla. Antes de las siete de la mañana su madre, Victoria Rosales Camacho, la acompañó a la puerta del microbús que la dejaba frente a la escuela. Ella la vio subir y alejarse en el transporte público, pero jamás llegó a la escuela. A las 2:30 de la tarde ya tenía que estar en su casa, pues el trayecto es corto y no tarda más de 20 minutos. A las cuatro de la tarde su hermana mayor se dio cuenta que María no llegaba, dio aviso a sus padres y todos comenzaron a buscarla, su novio marcó a la señora Victoria, porque también la estaba buscando, junto con algunos compañeros de la escuela. Ese mismo día la familia fue a poner la denuncia de desaparición, pero en la fiscalía los atendieron después de las 10 de la noche, sin embargo, nunca quisieron lanzar la Alerta Amber. “La licenciada Wendi Zacatenco Cisneros era la ministerio público de mi caso y ella siempre me decía que si lanzaban la alerta Amber la podíamos poner en peligro porque dábamos un aviso y podíamos encontrar a María sin vida, nosotras sabíamos por nuestro trabajo que puede estar en una red de trata y como familias sabemos que en estos casos no importa que las mujeres sean gordita, chaparritas o lo que sea, de todos modos las levantan, pero la licenciada Zacatenco me decía que María no tenía el perfil ni la fisionomía para ser víctima de trata, tampoco enviaron la colaboración de búsqueda en las 32 entidades”, contó Victoria a Once Noticias. 
Ese día mi hija llevaba celular y nunca sacaron la sábana de llamadas ni la geolocalización. Todas las que tenemos casos de personas desaparecidas sabemos que así podemos tener más pistas, pero tampoco lo hizo en su momento. Siempre quería detener nuestras investigaciones y nunca proponía algunas líneas. Hace siete meses me cambiaron de MP y hemos avanzado un poco más o al menos mandan a investigar la información que tenemos”.
La familia se movía a todos lados para buscarla, sólo a Tlaxcala no pudieron entrar porque es una zona muy complicada, precisó, pero fueron a Ciudad de México, Veracruz, Puebla y Oaxaca, casi todas eran zonas de prostitución.
“Nosotros íbamos a las zonas rojas pero ya no le notificábamos nada a la Fiscalía porque no hacían nada y nos querían parar”.
“Fue hasta ahora que le comencé a notificar a mi nuevo MP porque él sí investiga un poco más. Hoy sabemos que sus últimas ubicaciones de las redes sociales coincidían con los datos que nos había dicho y aparte vimos que sus redes sociales estuvieron activas hasta 2019, también vimos su correo electrónico pero todo llega hasta 2019. Ahora ya perdimos la ubicación, y es muy difícil porque las personas que son robadas las están moviendo de lugar constantemente y a cuatro años ya no sabemos nada“, lamentó la señora Rosales. Cuando desapareció ya tenía cinco años de novia con un joven y la madre del novio era la madrina de María. De hecho esa segunda familia organizó una página de Facebook para buscar datos del paradero. “Entiendo que nos afectó a todos porque la mamá del novio también era la madrina de mi hija. El apoyo de mi esposo fue muy importante porque íbamos a la búsqueda a todo lados en dónde nos decían, el novio y su mamá estuvieron dos años apoyándome el muchacho se retiró pero su mamá todavía me acompaña a las marchas y los plantones”, relató la buscadora. El 8 de marzo de 2018 conoció a la señora María Luisa y se unió al colectivo “La voz de los desaparecidos en Puebla”. Para cualquier familia buscar en colectivo es un apoyo, legal, moral y personal. “Yo las quiero como si fueran mis hermanas, ahí me di cuenta cuáles eran mis derechos y aprendí a no dejarme de las mentiras de la Fiscalía o las comisiones que extravían las pruebas que les llevaba. En el colectivo nos vemos como una familia porque nos comprendemos, si le contamos nuestra historia a cualquier persona nos tiran de a locas, pero todas las que vivimos lo mismo siempre nos apoyamos, nos sentimos abrazadas”, afirmó.
“En mi caso me quedé sola, con mi esposo y mi hija mayor. Y aunque siempre he dicho que no queremos culpables, sí queremos saber en dónde están, qué les hicieron y por qué”, externó Victoria.

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