Son los inquilinos ambulantes de la colonia Maximino Ávila Camacho, en la demarcación Gustavo A. Madero, de Ciudad de México.
Los rostros cambian, pero los campamentos crecen en las calles que rodean la Central de Autobuses del Norte.
Son los migrantes que se han vuelto parte del paisaje, un triste paisaje. Hombres, mujeres y niños hacen de las calles y espacios públicos su residencia.
Su clínica de maternidad cómo Eglimar, joven venezolana con siete meses de embarazo, que salió de Chile en agosto pasado.
Ha cruzado nueve países, hasta llegar a México.
“Nos quedamos acá porque nos quedamos sin pasaje y nos quedamos trabajando, como ve, pidiendo en los semáforos para poder juntar para el pasaje y llegar a la frontera del norte’’, aseguró Eglimar López, una de las miles de personas migrantes.
No nada más tengo este embarazo, también tengo dos hijos en Venezuela, que están esperando que entre a los Estados Unidos para brindarles una mejor vida.
El número de solicitudes de refugio en México se ha incrementado de manera sensible.
A septiembre se registraron 112 mil 960 solicitudes, 23 mil 500 más que en el mismo periodo de 2021, el año del mayor éxodo migrante en México.
“Yo llegué a la ciudad de Monterrey, iba a intentar agarrar el tren, porque no tengo pasaje, no tengo dinero, porque migración me lo quitó todo, la policía de migración toda la plata nos la quita en el camino. Tenemos un familiar que sí lo secuestraron, le quitaron mil dólares y pues gracias a Dios se pagaron los mil dólares y soltaron y está con nosotros nuevamente aquí en Ciudad de México”, aseguró Eglimar López, una de las miles de personas migrantes.
Y a México llegan curtidos por la tragedia.
La selva del Darien, en la frontera de Colombia y Panamá, es un cementerio migrante. Muchos caen por las condiciones hostiles de la naturaleza, otros, víctimas de mafias criminales. A donde van, cambian el entorno.
Por su parte, Julio César Hernández quien es comerciante mexicano dijo que “en esta rosticería tenemos a dos venezolanos que están trabajando, que se les da la oportunidad y cada uno de ellos trae a un niño consigo”.
“No estamos en contra de ellos, pero que les pongan su baño, porque en cada puerta de nuestro hogar se llegan a hacer’’, dijo un residente de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Y aunque ocupan el último lugar de la caridad, siempre hay alguien que los apoya.
“Te tienta, te toca verlos así y que traen a sus hijos y no tienen cobijas, yo salgo a trabajar a las cinco de la mañana y los veo acostados en el piso y sí te tienta’’, aseguró Jorge Rivas, donante de ropa.