Reportajes especiales

En Contexto | Adiós, Maestro Arturo Rivera

  • “El chiste de las crisis es reinventarse, sin complacer”

El jueves murió una de las figuras más importantes de la plástica nacional, el maestro Arturo Rivera, a los 75 años, dejando tras de sí un trascendente legado en la plástica nacional. Obras que nos obligan a ver en lo profundo, desde los claroscuros de la vulnerabilidad y la perversidad.

Rivera recibió una formación rigurosa en la Academia de San Carlos. En 1969 presentó su primera exposición individual, en un homenaje al Che Guevara. En 1973 viajó a Londres para estudiar serigrafía y fotoserigrafía.

En 1976 se trasladó a Nueva York, donde, para sobrevivir, fue albañil, ayudante de cocinero y trabajador en una fábrica de pinturas. Ahí desarrolló el estilo realista que lo identificó. Tres años después, viajó a Munich como asistente del grabador Mac Zimmerman.

En 1981 regresó a México para montar una exposición en la Universidad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Y durante las dos décadas siguientes desarrolló su estilo realista en obras oscuras, desgarradoras, llenas de la belleza imponente que surge de la introspección profunda.

En el 2000 fundó en Torreón, Coahuila, el Chanate Móvil, un taller de gráfica montado en triciclos, que buscaba la democratización del arte, al llevar esta expresión artística a los barrios más marginados de esta zona.

En 2003, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) lo distinguió como maestro del arte mexicano del siglo XX. En 2005, ganó el Primer Premio de la Bienal Internacional de Arte de Pekín, con el óleo Llegando a Nueva York.

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  • “El arte se siente, no se entiende”

Rivera opinaba que el arte tiene que conmover, tiene que confundir, de lo contrario, lo que no conmueve es decoración, “pintar no es una carrera académica, es un oficio, como el del artesano: usamos manos y ojos, nada más; somos artesanos totales”.

Carlos Blas Galindo, definió a Rivera como “un artista que irrumpía en la realidad con el propósito inconsciente o no, inconfesado o no, de trastornarla”. Y es que su obra, enajenada en el éxtasis, nos obliga a ver lo indeseable, la decadencia, lo impermanente.

Ya eras eterno antes de morir, ya eras infinito antes de irte, ya habías exorcizado todas tus pesadillas, ya habías convocado todos los horrores, Arturo ya, ahí está, en tus autorretratos, rondando, te mira y la ignoras. No más. El enano y la boca desdentada, el grito y el pájaro descuartizado, ahí a tu lado, y tú, magnífico, los pintas, los reinventas, porque tú eres el Maestro”, Avelina Lesper expresó al pintor.

 

 

Arturo Rivera ha producido un prodigioso torrente aterrador de admirable belleza y perfección; yo pienso y piensa mucha gente, que es el mayor pintor de su generación; él mismo ha dicho que muchos de sus cuadros aterran, que asustan a los conservadores que se resisten, algunos de ellos, aunque sean notables e interesados personajes que adquieren cuadros para montar en los muros de las habitaciones que habitan”, dijo el poeta Eduardo Lizalde.

La gran calidad técnica de Rivera lo llevó a tratar con maestría temas como la muerte, la vejez y el instinto.

“Pero lo original no está en el cerebro. A estas alturas del arte ya no se puede hacer nada ‘innovador’. Lo ‘original’ radica en la diferencia innata que toda persona trae en su interior, pero la introspección duele, cuesta trabajo y se requieren muchos años para hacerlo. Por eso el oficio de pintor es de resistencia.”

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