Este domingo, en la mesa de análisis transmitida por El Once, se abordó una de las figuras más influyentes de la historia de México: Francisco I. Madero.
A través de una conversación profunda, las historiadoras Cristina Gómez y Sara Hidalgo, y la abogada y escritora, Yelitza Ruiz, examinaron el legado de Madero en la historia política de México. Asímismo, discutieron si su idealismo democrático fue una virtud o una ingenuidad.
La mesa se centró en la figura de Madero porque a principios del siglo XX desafió el régimen de Porfirio Díaz, al proclamar una democracia electoral efectiva, un concepto que, para muchos, fue revolucionario.
Sin embargo, las expertas coincidieron en que su visión de la democracia fue puesta a prueba por los mismos actores que Madero buscaba desafiar: los intereses conservadores, los poderes fácticos y las estructuras coloniales de poder.
Democracia de Madero: regreso a los principios liberales
Para Sara Hidalgo, la visión de Madero de la democracia estaba firmemente anclada en los principios liberales de Benito Juárez y la Constitución de 1857.
Madero quería reinstaurar un sistema democrático basado en la autonomía local y el sufragio efectivo, donde los ciudadanos pudieran elegir no solo al Presidente, sino también a sus autoridades locales, como los presidentes municipales.
“Cuando Madero propone una democracia electoral efectiva, está abriendo la puerta a una alianza social popular muy amplia. En su visión, los actores locales, desde Zapata hasta los campesinos, podían participar activamente en la política”, explicó.
“El tema de la educación siempre ha sido muy polémico en la democracia, sobre todo en el siglo XIX. Los que se decían los más demócratas lo eran sólo para los educados”: @Sarahidalgo.
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No obstante, su confianza en el pueblo y su creencia en la capacidad de este para tomar decisiones políticas fue, de acuerdo con los expertos, una espada de doble filo.
Por su parte, Cristina Gómez enfatizó que la base teórica de Madero se derivaba de la idea de que “el pueblo es el soberano” y debe elegir a sus gobernantes de forma directa.
“Madero no estaba pensando en un sufragio restringido, sino en un sistema donde la voz del pueblo tuviera valor real”, afirmó.
Sin embargo, reconoció que esta visión se encontró con el enorme obstáculo de la educación.
“El analfabetismo era un desafío gigantesco y, para muchos de sus opositores, un obstáculo insalvable para la democracia”, explicó.
Libertad de expresión: pilar de la democracia maderista
Uno de los elementos más destacados de la gestión de Madero fue su defensa de la libertad de expresión.
Este tema, crucial en el desarrollo de la democracia mexicana, fue señalado por Yelitza Ruiz como una de las piedras angulares de su gobierno.
“La libertad de expresión era un pilar central en la visión de Madero, quien creía que un país democrático debe garantizar que todas las voces, incluso las críticas, puedan ser escuchadas”, señaló.
Indicó que durante sus primeros años de lucha, Madero mantuvo correspondencia con varios periódicos opositores, como Regeneración y El Hijo del Ahuizote, cuyo contenido fue clave para movilizar a sectores de la sociedad contra el régimen de Díaz.
Sin embargo, mencionó, este enfoque liberal de Madero también lo puso en conflicto con sectores más conservadores, quienes no solo veían en él un líder débil, sino un hombre ingenuo.
Ruiz señaló que la crítica periodística que Madero permitió en sus primeros años de gobierno fue parte de su concepto de democracia, pero también una vulnerabilidad política.
“En sus primeros años, la prensa fue su aliada, pero también lo expuso a ataques constantes que terminaron socavando su estabilidad política”, concluyó.
Sufragio efectivo, no reelección
El lema de Madero “Sufragio efectivo, no reelección” resonó profundamente en la sociedad mexicana.
Según Cristina Gómez, el lema no solo representaba una reacción contra las fraudulentas elecciones del porfiriato, sino que también formaba parte de un deseo generalizado de terminar con el autoritarismo y la concentración de poder en una sola persona.
“El fraude electoral fue una constante en el régimen de Díaz, y la idea de Madero era garantizar que el pueblo pudiera elegir directamente a su presidente, sin la intervención de intermediarios”, explicó Gómez.
“El asunto del sufragio efectivo tenía que ver con los fraudes electorales. Pero la idea de Madero de la no reelección no era nueva, venía desde el Constituyente del 56“: Cristina Gómez.
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Este concepto de sufragio efectivo fue más allá de un simple eslogan de campaña. La nueva legislación electoral que Madero impulsó, aunque limitada en su alcance, representaba un avance histórico hacia la democratización de las instituciones.
“Sólo logró establecer un sufragio efectivo para los congresos, pero el ejecutivo continuó siendo elegido indirectamente. Sin embargo, la idea estaba sembrada y más tarde contribuiría a la reforma constitucional de 1917”, puntualizó.
¿Ingenuidad o idealismo?
Una de las principales críticas a su liderazgo fue su subestimación de sus enemigos.
“Madero confiaba ciegamente en el pueblo, pero no comprendió la magnitud de las fuerzas políticas en su contra. Los intereses extranjeros, las oligarquías locales y las fuerzas conservadoras estaban dispuestas a todo para detener sus reformas”, explicó Sara Hidalgo.
Su relación con Victoriano Huerta, quien más tarde lo traicionó, es uno de los ejemplos más claros de los errores fatales que Madero cometió.
“¿Por qué puso a Huerta como jefe del Ejército?”, se preguntaron los panelistas. Ruiz sugirió que Madero pensaba que Huerta sería leal por su propia posición dentro del Ejército, pero la realidad fue muy distinta.
Sucesión Presidencial
Uno de los elementos clave en el pensamiento de Madero fue su interés en la educación. En su libro La Sucesión Presidencial, de 1908, Madero abordó el tema del analfabetismo como un obstáculo para la democracia.
“Madero no pensaba que el pueblo estuviera listo para votar simplemente por su nivel educativo. Su visión era que la educación debía ser proporcionada por el estado, pero que no debía usarse como excusa para negarles la oportunidad de participar en los procesos democráticos”, comentó Sara Hidalgo.
Apóstol de la democracia
La figura de Francisco I. Madero es una de las más complejas y fascinantes en la historia de México.
Si bien su legado de lucha por la democracia sigue siendo uno de los pilares de la Revolución Mexicana, su idealismo y ingenuidad en la lucha contra el régimen porfirista lo llevaron a cometer errores que finalmente contribuyeron a su caída.
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No obstante, su influencia en la construcción de un sistema democrático sigue vigente, y su lema, “Sufragio efectivo, no reelección”, sigue siendo un llamado a la justicia y la equidad electoral que resuena en la política mexicana contemporánea.