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“Si lo mencionas existe”. Esta es una de las motivaciones del lenguaje inclusivo: que todas las personas nos sintamos nombradas y que todas tengamos acceso a los mismos derechos.
El lenguaje se alimenta de las dinámicas sociales. Hablar de infancias, masculinidades, personas transgénero o no binarias y evitar definiciones de género o sexo no es una “moda woke”, como dice Donald Trump, sino parte de la evolución humana.
El camino que empieza con las funciones cerebrales. Es algo que poco se habla en las discusiones públicas, pero el lenguaje inclusivo, no sólo beneficia a los grupos históricamente ignorados y vulnerados, sino a toda la sociedad.
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Incluso, puede ayudar a prolongar nuestra vida útil. Así lo dijo Jaime Eduardo Calixto González, médico cirujano y doctor en neurociencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien explica que los vocablos incluyentes ayudan a una adaptación a las nuevas estructuras sociales.
Las nuevas formas de conjugar las palabras, menciona, ayudan a cultivar neuronas, es decir, el cerebro rejuvenece.
“Somos parte de esa evolución y esto ha venido a ayudar para el mejor entendimiento, y aunque habrá personas que no les guste, es algo, desde el punto de vista neurológico, para conectar más neuronas y darle mayor plasticidad a nuestro cerebro”, detalló Calixto González.
Estructuras del pensamiento y funciones cognitivas
Asimismo, la especialista en neurología pediátrica y neurodesarrollo, Beatriz Romo Pardo, destaca también la importancia del lenguaje como el inicio de las estructuras del pensamiento, y funciones cognitivas.
“Entre más vocabulario tengas, tu pensamiento va ser mucho más grande, tienes un cerebro mucho más desarrollado, evidentemente, el que tu tengas esta capacidad de entender mucho más conceptos, permite que socialmente se vea un impacto de lo que tú estás diciendo, porque lo estás pensando y lo estás conociendo antes de tener un juicio crítico”, explicó Romo Pardo.
Una mayor repetición de nuevas palabras genera nuevas conexiones, y neurotransmisores como la dopamina. Entonces el cerebro empieza a relacionarlas con el bienestar.
“Ese es el problema, cuando no hay un lenguaje incluyente hay cosas que no estás viendo, tu realidad es una, no nombras lo que no está ahí, pues crees que no es normal lo que no existe, el lenguaje incluyente es eso, el poder saber que hay otras cosas que no te están nombrando que existen ahí, y por eso que es tan importante hacer este tipo de aprendizajes”, aseveró Romo Pardo.
Pero, sí el cerebro humano no está motivado el cambio es más difícil, ya que trabaja con base en esquemas de recompensas.
“Aceptar, el no cerrarnos, porque ese cerebro será un cerebro más sano, y vas a estar más sano tú, tanto cognitivamente en tu capacidad para resolver y para entender, como mentalmente, no estás enojado con el mundo rechazándolo, lo estás aceptando”, comentó Romo Pardo.
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Por su parte, la neuropediatra Nancy Carrizosa Martínez señala que para las personas adultas puede ser más difícil aprender un nuevo lenguaje porque implica romper estructuras sociales creadas.
“A nuestras generaciones les cuesta trabajo, sobre todo a los varones, el lenguaje inclusivo, lo que llegó a revolucionar, es poder hacer que las personas sean vistas de una manera diferente”, mencionó.
Sin embargo, tener nuevas habilidades ayuda al retraso del deterioro de las funciones cerebrales.
Carrizosa Martínez señala que “tener la adquisición de habilidades nuevas, como puede ser el lenguaje inclusivo, esto nos permite que a nivel de sistema nervioso central la plasticidad sea más efectiva, no se pierda y podamos tener muchos beneficios”.