Internacional

Titanic italiano… el trasatlántico que habría evitado que Jorge Mario Bergoglio naciera

“Por eso estoy aquí ahora. No pueden imaginar cuántas veces se lo he agradecido a la Divina Providencia”: Papa

El 26 de octubre de 1927, llegó la noticia en todo el mundo de ‘El trasatlántico italiano Princesa Mafalda se había ido a pique al sur de Bahía’. 

Además, informaba: “Parece que la causa ha sido el choque del buque contra un arrecife. La mayoría de los pasajeros se lanzaron al mar y utilizaron las embarcaciones a bordo y los salvavidas. Los detalles llegan muy lentamente, porque los buques están dedicados por completo al salvamento de los náufragos y comunican muy poco por telegrafía sin hilos“. 

Llevaba a bordo a mil 600 pasajeros. En cuanto la noticia llegó a Bahía, cuatro buques zarparon en su auxilio y “lograron salvar a 720 náufragos. Se teme que hayan perecido los demás, es decir, unos 880”.

El papa Francisco aún no había nacido. Le faltaba una década para llegar al mundo en Buenos Aires. 

Pero, el Papa se refirió a esta historia familiar durante una entrevista que concedió en 2017 a Stefano Lampertico y Antonio Mininni, editores de una pequeña revista italiana que se distribuye entre la población sin techo, ‘Scarp de Tenis’, que suele tratar temas de inmigración. 

Todos migrantes

En su historia familiar está la travesía del océano por parte de sus abuelos junto con su padre. ¿Cómo se crece siendo hijo de inmigrantes? ¿Alguna vez se ha sentido desarraigado?

Nunca me he sentido desarraigado. En Argentina todos somos migrantes. Es por esto que el diálogo interreligioso allí es la norma. En la escuela había judíos que venían en su mayoría de Rusia y musulmanes sirios y libaneses, o turcos con pasaportes del Imperio Otomano. Había mucha hermandad. Mi padre tenía 20 años cuando llegó a Argentina y empezó a trabajar en el Banco de Italia. Y se casó en Argentina.

La Argentina añorada

Solo hay una cosa que extraño mucho: poder salir y recorrer las calles. Me gusta visitar parroquias y conocer gente, pero no soy particularmente nostálgico. En cambio, les contaré otra anécdota: mis abuelos y mi papá debían partir a fines de 1928. Tenían ya los boletos comprados para el Princesa Mafalda, un barco que se hundió frente a las costas de Brasil. Iban a viajar en él hasta Argentina, pero no pudieron vender a tiempo todos los bienes que tenían y cambiaron sus boletos por otros del Giulio Cesare que partió el 1 de febrero de 1928. Por eso estoy aquí.

Titanic italiano

De acuerdo con los relatado por el Pontífice en su esperada autobiografía, ‘Esperanza’, que publicó hace una semana y que ha sido traducida a más de 100 idiomas, aquella embarcación era tan grande que se la conoció con el sobrenombre del “Titanic italiano”: “De casi 150 metros de eslora, había sido el orgullo de la marina mercante de principios de siglo, el transatlántico más prestigioso de la flota italiana, y había transportado a personas como (el director de orquesta italiano) Arturo Toscanini o [el Premio Nobel de Literatura] Luigi Pirandello”.

En realidad, el día que el Princesa Mafalda se hundió llevaba a bordo a más de mil 200 pasajeros, la mayoría de ellos inmigrantes procedentes de Piamonte, Liguria y Véneto, según explica el Papa, que iba a Argentina en busca de un futuro mejor. A principios de octubre de 1927, Juan Ángel Bergoglio, abuelo del futuro Pontífice, tenía todo preparado para zarpar en el Princesa Mafalda.

Había decidido abandonar su Piamonte natal con la familia y cruzaría el océano Atlántico, en un viaje sin retorno que duraba catorce días. Su hermano Juan Lorenzo lo esperaba en Paraná, provincia de Entre Ríos.

Este último había llegado en 1923 y, en cuatro años, había logrado fundar una empresa constructora. Como el negocio iba bien, mandó a llamar a Juan Ángel y a sus otros hermanos para que le echaran una mano. 

La demora en la venta de sus bienes, efectivamente, los obligó a cambiar los pasajes que tenían y se libraron del accidente que costó la mayor pérdida de vidas humanas de la historia de la navegación italiana, con 314 víctimas mortales, como se supo después. Es la mayor tragedia marítima registrada en el hemisferio sur en tiempos de paz hasta esa fecha. De hecho, solo era superada por el Titanic, que se había hundido en 1912 y provocado la muerte de unas mil 500 personas.

Casi un siglo después, el Papa dijo: “Por eso estoy aquí ahora. No pueden imaginar cuántas veces se lo he agradecido a la Divina Providencia”.

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