Internacional

De guerrillero a presidente… Así es el legado de Pepe Mujica

La historia, ejemplo y filosofía de José Mujica impactaron a millones en Latinoamérica y el mundo.

Ya terminó mi ciclo. Sinceramente me estoy muriendo. Y el guerrillero tiene derecho a su descanso“, fue una de las frases con las que el uruguayo José Alberto Mujica Cordano, conocido sencillamente como Pepe Mujica comenzó a despedirse del mundo el 9 de enero pasado, cuando concedió al Semanario Búsqueda su última entrevista. 

“Me quiero despedir de mis compañeros y de mis compatriotas. Lo que pido es que me dejen tranquilo. Se terminó mi ciclo hace rato. Sinceramente me estoy muriendo”, dio a conocer al mundo.

El cáncer de esófago que decidió no tratar más se extendió hasta finalmente apagar su vida.

La nación que gobernó tiene poco más de 3 millones de habitantes, pero su historia, ejemplo y filosofía impactaron a muchas decenas de millones más.

“La ideología impone cambios, pero también tiene que haber una actitud de cambio, de dar oportunidad a nuevas generaciones. Construir, ayudar a construir el porvenir. La vida se nos va y es inevitable, pero las causas quedan”, expresó Mujica.

Nacido en Montevideo en 1935, José Mujica pasó su infancia y adolescencia en el campo y su juventud militando en diferentes partidos políticos de izquierda. 

En la década de los 60, se integró al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, una organización de guerrilla urbana de izquierda que pugnaba por el socialismo y se caracterizó por actos como asaltar bancos y distribuir dinero o robar camiones de alimentos para dejarlos en los suburbios pobres.

Durante la dictadura cívico militar de esas décadas fue detenido varias veces. En total, pasó 15 años privado de la libertad, la última vez entre 1972 y 1985.

Fue víctima de tortura y uno de los “rehenes” de la dictadura, es decir, a quienes se amenazaba con ejecutar en caso de acciones guerrilleras.

Ese periodo estuvo marcado por las violaciones a los derechos humanos, la prohibición de partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación, y la persecución y desaparición de quienes se opusieron a ese régimen, contra eso luchaba Mujica.

Cinco años después de su liberación, Mujica comenzó el ascenso de su vida política. Fue diputado, senador, ministro de ganadería, agricultura y pesca, y en 2010 se convirtió en presidente de Uruguay

En su gestión, marcada por una austeridad personal radical y potentes discursos, convirtió a Uruguay en el primer país del mundo en legalizar la producción, venta y consumo de la mariguana, como una naciente opción para combatir el narcotráfico.

Dejó el gobierno con un país tres veces más rico y la pobreza reducida a la mitad gracias a sus programas sociales. 

También hizo históricas inversiones en educación y dejó el desempleo en su nivel más bajo hasta entonces. 

Cambió paradigmas, antepuso la dignidad humana a cualquier otro precepto o valor. Y renunció a la mayoría de su salario como ejemplo de congruencia 

“El viejo concepto griego: nada en demasía. No quiero usar la palabra austeridad porque dejan a la gente sin laburo ya eso le llaman austeridad, ¡mira que negocio! No, no, pero sí reivindico la palabra sobriedad”, una de las frases que marcaron la vida del político. 

Fue conocido incluso como el presidente más pobre del mundo.

“Yo no hago una apología de la pobreza ni de que el mundo tiene que volver a la época de las cavernas ni nada por el estilo. Estoy contra la frivolidad y contra la tontería”, aquí otro de sus comentarios.

Uno de sus discursos más memorables fue ante las Naciones Unidas durante el año 2013.

“Soy del sur y vengo del sur a esta asamblea, carga inequívocamente con los millones de compatriotas pobres, en las ciudades, en los páramos, en las selvas, en las pampas, en los socavones, de la América Latina patria común que se está haciendo”, expresó.

Fue la frase con la que abrió su ponencia, habló de levantar el bloqueo a Cuba, de tener tiempo para vivir las relaciones humanas, de combatir al consumismo y de un mundo sin fronteras.

“He aprendido algo, porque he vivido mucho y me he equivocado bastante… Y sigo aprendiendo”, dijo.

Fue alguien que habló mucho a los jóvenes.

“Mi generación luchaba por ese fantasma que le llamamos poder. En realidad luchamos por la escalera de la civilización humana”, declaró en aquel entonces.

A las y los estudiantes:

“Si no nos juntamos somos débiles. Nadie nos va a regalar la prosperidad”.

Pepe y Lucía

Él dirigía un grupo armado de rebeldes. Ella era experta en falsificación de documentos. Robaban bancos, se fugaban de las cárceles y estaban enamorados“, relata una pieza de un diario estadounidense sobre el uruguayo y Lucía Topolansky, la mujer con la que compartió la lucha y la vida.

Se conocieron cuando él tenía 37 y ella 27 y no se separaron más. Sobrepasaron encarcelamientos y tortura comunicándose por cartas. 

Hicieron política juntos y llegaban en moto a la oficina, ambos lideraron Uruguay y luego se retiraron para crecer flores y venderlas en el mercado.

“Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo pero estuve entretenido. Y he generado muchos amigos y muchos aliados en esa locura de cambiar el mundo para mejorarlo. Y le di un sentido a mi vida. Me voy a morir feliz, no por morirme sino por dejar una barra que me supera con más ventaja. No gasté mi vida solo consumiendo. Gasté soñando, luchando, me cagaron a palos y todo lo demás”, comentó.

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