Del calor del único horno de piedra que existe en Mixquic, doña Estelita, de 87 años, y su familia sacan hasta tres toneladas del auténtico pan de muerto mexicano.
“Fuimos los primeritos que empezamos con esto de la panadería del pan de muerto, porque anteriormente no había Panadería, venían de otros pueblos y vendían pan de sal, bolillos, teleras, coles y ya. Después mi papá y un sobrino de él dice: ‘no tío no seas tonto, mira tienes buen terreno y te voy a recomendar mi albañil y te vas a hacer un hornito y te vas a acordar de mí’”, contó Estela Arontes, fundadora Panadería Artesanal “Estelita”.
Entre artesas de madera de más de 60 años antigüedad, las primeras canastas de cuero en las que salían a repartir el pan y el permanente recuerdo de su padre, Estelita, sus hijos y nietos elaboran totalmente a mano más de 30 recetas de pan de muerto, desde la tradicional rayadura de naranja, hasta con ceniza de totomoxtle.
“Del maíz, por ejemplo, se cose, se tuesta y cuando está ahora sí que prendemos el horno, se hace ceniza, esa ceniza la preparamos aquí mira, se muele, se muele para que quede bien finita, la ceniza se le ponen otras semillitas, se le ponen pétalos de cempasúchil para que le dé el sabor y eso es el toque de la ceniza de totomoxtle”, explicó Enrique Ortiz, uno de los hijos de doña Estelita.

Pan de muerto artesanal contra industrializados
Además, Enrique comentó que, en panaderías industrializadas, donde las piezas de pan te lo venden en 12 pesos, hace que a ellos que son artesanales y tradicionales les bajen las ventas.
“Es como si te estuvieras comiendo una concha porque nada más con la figura del pan, entonces uno como pequeños productores o artesanos, si nos baja la demanda”, comentó.
Cada año, la panadería artesanal de doña Estelita abre sus puertas a los siete pueblos originarios de la alcaldía Tláhuac y el mundo entero, para que hagan su propio pan de muerto y conozcan la historia de esta tradición en Día de Muertos.

En palabras de Enrique, hijo menor de doña Estelita, es un gusto con el que nació y compartirá hasta su último día de vida.
“Yo nací un 30 de octubre. Me platicaban, por ejemplo, gente que todavía conocí: ‘tú estabas bien chiquito cuando tu mamá estaba aquí y tú ya estabas dando a luz que nada más tu hermana la mayor corrió y te llevó al hospital’, y es bonito porque me platican esas anécdotas y a lo mejor yo digo por eso heredé ese talento de qué nací panadero, podría decir”, compartió el panadero artesanal Enrique Ortiz.