A nivel mundial el suicidio es una problemática que va al alza y que afecta principalmente a la población joven. Es la segunda causa de muerte en jóvenes, entre 15 y 24 años. Cada año se suicidan más de un millón de personas y se estima que por cada persona que se suicida, otras 20 lo intentarán.
México no se ve ajeno a esta problemática. En el período de 1997 a 2007 se registró un incremento de 275% de suicidios en la población adolescente.
Y es que pese a que es prevenible, las cifras continúan a la alza. El estudio “Conducta suicida en población adolescente”, que realizó el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), el panorama en nuestro país advierte una tendencia creciente del suicidio en este sector poblacional.
Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), de 2018, el intento de suicidio en jóvenes aumentó de 1.1% en 2006 a 2.7% en 2012 y a 3.9% en 2018. Es decir, creció 3.4 veces en los últimos 12 años.
Una problemática multifactorial
Rosario Valdés Santiago, quien lidera la línea de investigación sobre Prevención de Lesiones y Violencia del INSP, en entrevista con Once Noticias, compartió que el suicidio es una problemática multifactorial.
“No se puede señalar sólo uno, porque sería un error conceptual. Tampoco es espontáneo, es un proceso. La conducta suicida se clasifica como un continuum. Son muchos los factores que confluyen”.
Entre algunos factores detonadores resaltan, por ejemplo, el consumo de sustancias, el contexto familiar, situaciones de violencia (intrafamiliar, en la escuela, con los pares o en las parejas), violencia sexual y otras situaciones estresantes y emocionales, que afectan a los y las jóvenes –una población que va de los 10 a los 19 años–.
El suicidio no es una situación espontánea sino un proceso que tiene diferentes etapas:
- Ideación del suicidio
Es considerada la primera etapa y en ella se desarrollan ideas específicas para acabar con la vida. Es el primer indicador del suicidio. No es una idea de muerte generalizada, sino de acabar con la vida en específico.
- Planeación
Es cuando las personas empiezan estructuran la idea –en dónde, cuándo, a qué hora, con qué mecanismo y cómo– para llevar a cabo la concreción suicida. La investigadora dijo que las personas en esta etapa piden información en medios electrónicos e incluso se documentan sobre cómo hacerlo.
- Intento suicida
Las personas accionan el plan y realizan los actos suicidas. La investigadora relató que hay diferentes tipos de actos, algunos más letales que otros, que tiene que ver con el mecanismo utilizado. Enfatizó que las personas pueden tener varios intentos suicidas antes de consumarlo.
- Suicido consumado
Es cuando los individuos concretaron el suicidio.
Rosario Valdés detalló que estos factores se exacerban cuando no existen espacios que atiendan de forma oportuna las violencias.
“Hay pocos servicios disponibles para la población adolescente que atiendan esta problemática de salud mental, y en general a todas las violencias. La población adolescente no tiene muchos recursos personales o individuales, pero tampoco sociales y comunitarios de contención de espacios que atiendan las problemáticas”, explicó Rosario Valdés.
Asimismo, criticó que no hay políticas efectivas, pese a que la problemática ha sido documentada desde hace mucho tiempo.
No sólo es un problema que compete a las instituciones de salud, sino que se trata de una atención que una fuerzas con escuelas, con la Secretaría de Educación Pública (SEP) y otras instituciones, para realizar tamizajes oportunos, pero también a nivel comunitario y familiar, para atender las violencias en general que trastocan a esta población y también el suicidio, lo que consideró la especialista como un enorme reto.
“El impacto del suicidio es muy fuerte para las familias y los individuos, porque impacta en la pérdida de años saludables, las lesiones que causa, el estigma social hacia las enfermedades mentales y hacia la persona que intentó suicidarse, etc”, compartió Rosario Valdés.
En el estudio del INSP otro reto que se considera es la falta normatividad y protocolos dentro de las instituciones de salud que atienden a la población adolescente, por lo que se necesita mayor capacitación del personal para abordar las conductas suicidas, y la necesidad de agilizar los servicios de atención en salud mental.
COVID-19 y suicidio adolescente
Otro reto que considera el estudio es el actual contexto de emergencia sanitaria por COVID-19, que ha tenido impactos en la salud mental de las personas.
Al respecto, la investigadora señaló que desde 2006 el INSP ha levantado información sobre el suicidio en el país, lo que les ha permitido tener datos comparativos.
Ante esto compartió que en las cifras de la prevalencia del suicidio en adolescentes, en el contexto prepandémico y el actual, no encontraron diferencias significativas, no obstante, obtuvieron algunos datos importantes.
“La prevalencia del intento de suicidio es más alta en mujeres adolescentes que en hombres. Aunque los hombres son quienes más concretan el suicidio. Además usan métodos más letales. Es un fenómeno particular”, externó la investigadora al medio de comunicación.
La investigadora dijo que es fundamental poner mucha atención a la población adolescente, porque en la pandemia se ha develado que es un sector golpeado por el incremento de ansiedad, depresión, la poca sociabilidad, etc.
“Nosotros enfatizamos la perspectiva de salud pública, porque desde ahí, todas las violencias son prevenibles. Es algo que se puede prevenir si tenemos mecanismos de identificación, de tamizajes de la población, de identificar estos momentos. No esperar a que haya un intento, porque habrá intervención tardía”, concluyó la investigadora del INSP.