El murmullo del viento en el Gran Desierto de Altar advierte la historia milenaria de un pueblo dividido que ha logrado transgredir el tiempo lineal, que es más parecido a una línea en forma de laberinto trazada por los viejos espíritus.
Sin embargo, esa modernidad alcanza, tarde o temprano, hasta a los pueblos más recónditos de este país. La lógica del progreso lineal y del desarrollo occidental impregna a las naciones originarias que resisten no sólo a las inclemencias del intenso sol en medio de las dunas sonorenses, al olvido y a los embates políticos de sistemas de gobierno que suelen dividir, desatender y violentar.
Pero no todo se reduce a la impregnación de ese sistema, porque las historias que emanan de ahí, son las luchas y resistencias de los pueblos del Gran Desierto; esa es la historia de la Nación Tohono O’odham
“Somos la gente del desierto”
El encuentro con Gerardo Pasos se da luego de salir del salón en el que minutos antes compartió sus preocupaciones por su pueblo, ante un público ávido por conocer las problemáticas de la segunda entidad con mayor extensión territorial de México.
Gerardo es autoridad tradicional del pueblo Tohono O’odham, que significa en su lengua, “la gente del desierto”.
Durante la época colonial las personas de esta Nación fueron llamadas con el término despectivo de ‘pápagos’ (significa frijoleros), que quedó en la memoria de la lengua en español, pero que al hablar con Gerardo reafirma su reconocimiento como “gente del desierto”.
Los O´odham pertenecen al grupo Nahua-Cuitlateco, del tronco yutonahua y de la familia pima-cora. Se lengua es parte de las lenguas pimanas o pimas y está en peligro de desaparecer.
La historia de esta Nación data desde hace tres mil años cuando grupos nómadas se asentaron y cultivaron en un territorio hostil. Según el antropólogo Alejandro Aguilar Zeleny (INAH) se piensa que en principio se establecieron alrededor del Río Gila, Arizona, y que probablemente eran descendientes de la cultura hohokam, pero luego del período altitermal los obligó a extenderse a otras regiones del desierto y la sierra, entre Sonora y Chihuahua.
Sin embargo, en 1848 y 1853, con los tratados de Guadalupe Hidalgo y el tratado la “Venta de la Mesilla” el territorio O’odham quedó dividido entre Estados Unidos y México, lo que trajo consigo una serie de problemáticas que hasta ahora han tenido un gran impacto en la población indígena.
En la actualidad, en Estados Unidos, según el censo de 2020, hay 3 millones 727 mil 135 personas indígenas, de las cuales 319 mil 512 viven en Arizona y aproximadamente 30 mil son de la etnia Tohono O’odham. Es de ese lado de la frontera que el pueblo tiene mayor reconocimiento político y cultural-étnico.
Según detalla la investigadora Gabriela Acosta, están constituidos como Nación Tohono O´odham (papagos estadunidenses) organizada bajo la sección 16 en el acto de reorganización de Junio 18 de 1934 (48 Stat. 987; 25 U.S.C. 476).
En México, el pueblo O’otham se encuentra asentada en los municipios de Altar, Ures, Caborca, Pitiquito, Sáric, Puerto Peñasco, Magdalena y General Plutarco Elías Calles, en Sonora. También están dispersos en el enorme desierto sonorense como en el Ejido el Bajío, Quitovac, Chuwy y Güsk.
El antropólogo Alejandro Aguilar señala que alrededor del El Pinacate también viven las personas de esta etnia, pero se reconocen como Hia-ced O’odham, que significa gente de la arena.
Problemas contemporáneos, arrastre de la historia
En la época contemporánea, la Nación Tohono O´odham es un pueblo transfronterizo que, como menciona la literatura especializada, ha logrado trasgredir la imposición de una barrera física; las prácticas sagradas y fiestas religiosas son las que han logrado mantener lazos entre familias de uno y otro lado del muro.
En 2017 el pueblo tuvo visibilidad porque decidieron luchar para evitar la construcción del muro fronterizo impulsado por Donald Trump.
Esa división, que además fue desde el siglo XIX y reafirmada con el muro fronterizo, trajo un desigual desarrollo para la etnia O’odham. En Estados Unidos se crearon dos reservas: Papago Indian San Xavier Reservation y Papago Indian Gila Bend Reservation. Aproximadamente 12 mil 500 km2 son propiedades de la nación O’odham.
En México hasta el siglo XX, colonos y entidades militares despojaron a los O’odham de sus tierras de cultivo y agua. Cabe destacar que en el siglo XIX se les había otorgado una legua en las localidades donde estaban asentados, en zonas donde había oro y plata, tal como señala la investigación Complejos Bioculturales de Sonora. Pueblos y territorios indígenas (2016), “fue más por asegurar las tierras en donde se había encontrado oro y plata para hacer a un lado a los indios, que por reconocerles sus territorios”, afirma la investigación.
La tenencia de la tierra trajo consigo despojo lo que obligó a muchos a migrar a Arizona. Ya en el Siglo XX, el territorio quedó fragmentado en cinco núcleos agrarios, con siete predios distribuidos en tres municipios, sumando un total de 53 mil 687.68 ha. Tres de esos cinco núcleos agrarios están bajo el régimen de bienes comunales, mientras que dos son ejidos, tal como afirma la misma investigación.
El despojo también se asocia a la expansión de actividades extractivas como la minería y más reciente, también, la intromisión de las lógicas partidistas y la democracia occidental, lo que trajo consigo un impacto al interior de las comunidades.
Al respecto, Gerardo Pasos, autoridad tradicional, señala a Once Noticias que la principal lucha de su comunidad es la búsqueda de su reconocimiento, del respeto a su identidad y a su sistema de usos y costumbres.
Gerardo señala que al interior de su comunidad existe una gran división que se ha acrecentado por la división política creada por las instancias gubernamentales, “eso divide al pueblo indígena”, señaló.
Y es que afirma que desde hace muchos años han llevado una lucha para que volteen a ver las diversas problemáticas que los aqueja, como el aumento de la violencia derivada del crimen organizado, pero también la falta de visibilidad y reconocimiento político.
Señala que muchas veces las autoridades tradicionales se autonombran como tal sin ser ampliamente reconocidos por toda la comunidad, tal como lo exigen los usos y costumbres para elegir a las autoridades. Así, acuden ante las instancias de gobierno que suele dar fe de ese reconocimiento, por lo que denuncia que eso es lo que genera división, dado que:
“Las dependencias les hacen caso y los reconocen sin ser reconocidos en nuestra comunidad. Ellos van a las dependencias y se autonombran autoridades tradicionales. Aunque son de la misma comunidad, pero no han sido elegidos, eso desbarata y divide a la comunidad. El INPI, si ellos dicen esto o eso es indígena, lo es. Ellos son los que los nombran y reconocen, pero no toman en cuenta la voz de nosotros, la del pueblo”, dijo.
Y es que asegura que tal división responde a que los gobiernos “no quieren que estemos unidos”, aseguró.