El Río Zahuapan tiene una extensión de 60 kilómetros que atraviesa de norte a sur el estado de Tlaxcala hasta llegar a Puebla y desembocar al Río Atoyac.
El cauce es uno de los más contaminados del país. La basura y descargas de aguas residuales de las comunidades e industrias de la región afectan todo el ecosistema, la fauna, la vegetación y los cultivos.
El usar aguas que vienen contaminadas con efluentes industriales impacta directamente a los cultivos, debido a que estos cultivos pueden absorber a través de las raíces algunas moléculas como pueden ser los metales pesados”, explicó Diana Cortés, directora del CIBA-IPN Tlaxcala.
Los científicos del CIBA toman muestras de agua y suelo para generar estrategias que puedan limpiar el río.
En el laboratorio analizan los tóxicos del suelo y del agua. Aíslan a los microorganismos encontrados en las muestras.
Esto es con la finalidad de que seleccionemos aquellos que muestren las mayores capacidades de tolerancia a la presencia de estos contaminantes, porque van a ser utilizados para la conformación de consorcios microbianos que van a llevar a cabo la degradación de estas moléculas tóxicas”, indicó Diana Cortés.
Buscan formar ejércitos de hongos y bacterias que trabajen en equipo, en su ecosistema natural, para producir enzimas que destruyan las moléculas de los contaminantes.
“Todo este proceso lo vamos escalando, desde nivel laboratorio hasta poderlo llevar a un invernadero para hacer pilas, modelos pequeños, y evaluar esta capacidad de los microorganismos hasta posteriormente aplicarlo en campo. Ya es liberarlos al medio ambiente y que puedan estar en contacto con la microbiota nativa del suelo que se quiere remediar”, dijo Diana Cortés.
Para que tenga éxito la remediación biológica es necesario frenar las descargas de contaminantes.
Los microorganismos pueden realizar un excelente trabajo, pero si continúa el daño al río su capacidad simplemente es rebasada.
“Tiene que haber una reglamentación, una regulación a través de instancias gubernamentales, que eviten o impidan que estos contaminantes sigan siendo desechados de esta forma a las cuencas y a los ríos”, exhortó la directora del CIBA.
Un trabajo que requiere tiempo, recursos y compromiso del Gobierno, industria, academia y comunidad.