Aunque la palabra vampiro nos remite a castillos y bosques europeos, en realidad los murciélagos que se alimentan de sangre son originarios de nuestro continente.
Una de ellas habita desde el norte de México hasta Argentina, el murciélago vampiro Desmodus Rotundus, un diminuto animalillo que por las noches y con sigilo hiere patas y nuca de ganado para lamer pequeñísimas cantidades de sangre.
Pero que un mamífero tenga una dieta basada exclusivamente de sangre siempre ha intrigado a la ciencia desde su descubrimiento.
La sangre es limitada en nutrientes, pocas calorías y con una cantidad de hierro tan elevada que causaría una fuerte intoxicación. Sin embargo, parece que puñado de ajustes genéticos pudieron haber ayudado a los murciélagos vampiros a evolucionar para convertirse en el único mamífero conocido que se alimenta exclusivamente de esta sustancia.
Al revisar el genoma del murciélago vampiro común, Desmodus Rotundus, Michael Hiller y su equipo de investigadores del Centro para la Biodiversidad Genómica de Frankfurt notaron algo sorprendente: sus características no se debían a nuevos genes o con cambios únicos.
Estos investigadores compararon toda la secuencia de segmentos de ADN, es decir, de genes, con los de otras 26 especies de murciélagos, y buscaron los genes que se habían perdido o inactivado a través de mutaciones. De los 13 genes faltantes, tres están asociados con percepción de lo dulce en otros animales, los otros 10 genes perdidos normalmente elevan los niveles de insulina, y uno más inhibe la absorción de hierro.
Al carecer de todos ellos evitaría se distraigan en otros alimentos, evitarían intoxicarse con las elevadas cantidades de hierro, y aprovecharían los pocos azúcares y carbohidratos que hay en la sangre.