Paneles solares absorben los intensos rayos de sol para hacer funcionar una planta de desalinización en el este de Arabia Saudita, un paso adelante en busca de conciliar las enormes necesidades de agua de la rica monarquía con sus obligaciones medioambientales.
Sin lagos, ríos o lluvias regulares, el país se apoya en decenas de instalaciones que vuelven potable el agua del Golfo y el mar Rojo.
La planta de Jazlah, en la ciudad de Jubail, es la primera en utilizar la energía solar para la desalinización, en un país que descubrió esta práctica hace más de un siglo con máquinas introducidas por las administraciones otomanas para los peregrinos musulmanes de La Meca.
Actualmente, proyectos como la planta de Jazlah deberían permitir al reino hacer frente a sus crecientes necesidades en materia de desalinización, una industria que consume mucha energía, mientras cumple al mismo tiempo con sus promesas de reducir las emisiones de CO2 para alcanzar la neutralidad carbono hacia 2060.
Las energías limpias van a permitir a Jazlah ahorrar unas 60 mil toneladas de CO2, según las autoridades de Arabia, un país cuya población llegaría a los 100 millones de habitantes en 2040, contra los 32.2 millones actuales.
“La población aumenta y su calidad de vida mejora, lo que requiere cada vez más agua”, constata Marco Arcelli, presidente de ACWA Power, que administra Jazlah.
La desalinización es un tema de “vida o muerte” para Arabia Saudita, estima el historiador Michael Christopher Low, de la universidad estadounidense de Utah que estudia la lucha del reino contra la escasez de agua.
“Se trata de una cuestión existencial para los Estados del Golfo”, insiste el investigador, que subraya los “límites” que tiene una desalinización totalmente ecológica.
“Contextos más difíciles”
La búsqueda de agua potable en Arabia Saudita comenzó en las primeras décadas de la fundación del reino en 1932, con estudios geológicos que contribuyeron a cartografiar las enormes reservas petroleras.
La primeras infraestructuras modernas de desalinización surgieron a partir de los años 1970.
La compañía nacional Saline Water Conversion Corporation (SWCC) exhibe hoy en día una capacidad de producción de 11.5 millones de metros cúbicos diarios a través de 30 plantas.
Este desarrollo tiene un costo: en 2010, las instalaciones de desalinización sauditas consumían 1.5 millones de barriles de petróleo diarios, es decir más del 15% de la producción actual.
El ministro de Medio Ambiente, Agua y Agricultura no respondió a las preguntas de la AFP sobre el consumo actual de las plantas.
Primera economía árabe y exportador de petróleo más importante del mundo, Arabia Saudita estará en condiciones de construir todas las infraestructuras necesarias para producir el agua que necesitará.
“Ya lo ha hecho en contextos más difíciles, como la desalinización masiva del mar Rojo y el suministro de agua desalinizada en las altas mesetas de las ciudades santas de La Meca y Medina”, recuerda Laurent Lambert, del Doha Institute for Graduate Studies.
La compañía SWCC afirma que quiere recortar 37 millones de toneladas métricas de emisiones de carbono para 2025.
“Riad moriría”
Este objetivo se alcanzará en gran parte gracias al abandono de las centrales térmicas a favor de plantas como Jazlah, que recurre a las ósmosis inversa (filtración por membrana), alimentada por electricidad.
Otra planta, la de Ras Al Khair, al norte de Jubail, produce 1.1 millones de metros cúbicos de agua diarios, 740 mil gracias a la tecnología térmica, el resto por ósmosis inversa, y tiene problemas para mantener sus reservas llenas a raíz de la fuerte demanda.
Gran parte del agua está destinada a la capital, Riad, que necesita 1.6 millones de metros cúbicos diarios, cifra que podría pasar a 6 millones para el final de la década, según uno de los responsables de la planta que no quiso revelar su identidad.
Si la central no existiese “Riad moriría”, dice este hombre, mientras observa las cañerías que conducen el agua de mar del Golfo hacia la planta.