Científicos descubren peculiaridades sobre ácaros que habitan en el rostro de los humanos
Estos microrganismos miden unos 0,3 milímetros de largo y viven en los folículos pilosos del rostro
Los ácaros ‘Demodex folliculorum‘ llevan una vida plena en la cara de casi todos los seres humanos sin que nos enteremos de su existencia simbiótica.
Los organismos en cuestión miden unos 0,3 milímetros de largo y viven en los folículos pilosos, también en los de las pestañas y los pezones, alimentándose del sebo que los poros liberan de forma natural. Son ‘animales nocturnos’ que copulan aferrándose al pelo humano, pero al parecer ya están afrontando su extinción.
Un nuevo estudio publicado en la revista Molecular Biology and Evolution, el primero de secuenciación del genoma de esa especie, determinó que la cantidad de genes de los ácaros ‘Demodex folliculorum’ es mínima y, de hecho, la más baja jamás vista en ellos y otras especies afines.
En ese sentido, explicaron se alimentan del sebo (grasa) que el organismo libera naturalmente por los poros. “Se activan por la noche y se mueven entre los folículos buscando aparearse”, aseguraron.
Un nuevo estudio publicado en la revista Molecular Biology and Evolution, el primero de secuenciación del genoma de esa especie, determinó que la cantidad de genes de los ácaros ‘Demodex folliculorum’ es mínima y, de hecho, la más baja jamás vista en ellos y otras especies afines.
La pérdida de genes coincide con la reducción drástica en el número de las células. Unida a la endogamia extrema debido a su existencia aislada, la falta de los genes de reparación del ADN podría haber colocado a estos ácaros en un camino hacia su fin.
“La pérdida de genes esenciales de reparación del ADN y la falta de exposición a posibles parejas que pudieran añadir nuevos genes a su descendencia puede haber encaminado a ‘D. folliculorum’ a un callejón sin salida evolutivo y a una posible extinción”, explicó el investigador español Andrés Moya, de la Universidad de Valencia, uno de los autores del estudio. “Si bien estos fenómenos ya se conocía que se daban en bacterias simbiontes, el estudio lo demuestra por primera vez en eucariotas animales”, agregó.