Contaminación por la industria textil: Fast-fashion
La industria textil contamina principalmente las aguas residuales y la cual contiene una alta carga química. Después de la industria petrolera, es la segunda industria más contaminante.
Según la ONU, este sector produce el 20% de las aguas residuales mundiales y el 10% de las emisiones globales de carbono, mientras que la ‘Environmental Justice Foundation’ señala que se necesita un kilo de algodón y entre 10 mil y 17 mil litros de agua para fabricar un par de jeans.
Moda rápida
Tiendas como H&M, Zara, Pull & Bear, entre otras, promueven la compra continua de ropa ya que la vida de ésta es corta, abaratando la calidad de los textiles, emplean materiales sintéticos y reducen la vida de las prendas, además de propiciar un consumo basado en las campañas publicitarias que promueven la temporalidad de la ropa: constantes liquidaciones de temporada y lanzamiento de nuevas piezas promueven la sensación de “estar fuera de moda”.
Otra de las consecuencias nocivas de esta industria son las condiciones laborales de los trabajadores. Es bien sabido que las producciones masivas requieren disminuir los costes y contratan mano de obra barata, la cual roza con la explotación, largas jornadas en las fábricas y sueldos mínimos, en la que incluso es común la explotación infantil.
Greenwashing
El concepto Greenwashing es un término en inglés (“Green” verde + “washing” lavado) que hace referencia a las prácticas empleadas por las empresas o instituciones para lavar su imagen mediante la publicidad en la que hacen pensar que son respetuosas con el medio ambiente sin realmente serlo.
Por ejemplo, la marca de ropa deportiva Adidas lanzó dos campañas relacionadas con el medio ambiente en 2019. ‘Ocean Waste Tennis 2019’, fue la campaña publicitaria que acompañó los nuevos diseños hechos por la diseñadora de modas británica Stella McCartney, la cual supuso el ahorro de agua en el que ahorraban 30 litros de agua por pieza y poliéster reciclado. Bajo el eslogan “Creando la diferencia en la cancha por nuestro planeta”, se convocó a los tenistas más jóvenes y destacados del Top 20 de la ATP, llamados la ‘Next Gen’, entre ellos Stefanos Tsitsipas, Alexander Zverev, Dominic Thiem, Garbi Muguruza y Angie Kerber para ser la cara pública de dicha campaña.
Meses después, la marca lanzó la campaña ’Parley for the Oceans’ en la que estuvieron convocados Stefanos Tsitsipas, Alexander Zverev, Naomi Osaka, Caroline Wozniacki, para portar en la cancha vestuario deportivo (tenis, shorts, faldas y playeras) con las tonalidades de azul del océano.
Pese a que la intención es buena, ¿realmente la empresa está comprometida con mejorar sus políticas de producción a mediano y largo plazo? ¿Quién mide, regula y exige a los gigantes de la moda que rindan cuentas? Si no hay evidencias concretas,
Se convierte en un discurso hueco promovido por el equipo de Marketing y Relaciones Públicas para insertarse dentro de lo “políticamente correcto”.
El debate sobre comprar en las tiendas de ropa producida masivamente se ha acrecentado en los últimos años. En el caso de México suele salir a discusión el tema de comprar artesanías o textiles producidos por comunidades indígenas o artesanos. Sin embargo, el énfasis se coloca a menudo en culpar al consumidor y pocas veces se coloca en quienes lo producen y la ausencia de regulaciones que les permite seguir operando de esta manera.
Moda sustentable
La moda sustentable ha surgido como una alternativa al llamado ‘fast fashion’, la cual busca general un bajo Impacto ambiental. Para ello, utilizan fibras naturales orgánicas como el algodón, el cáñamo, el lino, el bambú, la seda o incluso fibras recicladas. También se hacen cargo de que el transporte de las prendas tenga un impacto mínimo y que las condiciones laborales hayan sido adecuadas.
Otras alternativas son comprar menos ropa para utilizar menos ropa en su lavado o comprar ropa de segunda mano que se conserve en buen estado.
El ‘fast-fashion’ refleja las falacias del libre mercado en la que se considera que el consumidor tiene agencia y libertad, pero en realidad estamos sujetos a las reglas del éste impone y nuestra libertad se ve reducida a elegir el color de la ropa, pero no en sí en otras prácticas de consumo. Si se fomenta un consumo sustentable pero no se enfatiza en una producción sustentable, seguiremos culpando al consumidor y no a los productores.