En los años sesenta una investigadora llamada Patricia Jacobs encontró que en una cárcel los criminales más violentos eran hombres con dos cromosomas y todo parecía lógico. Si el cromosoma hace que se produzca la hormona masculina, la testosterona, y esta vuelve agresivos a los hombres dos cromosomas volverían doblemente violentos a los varones.
Para colmo en 1966 Richard Speck, asesinó a ocho enfermeras en Chicago. Y resultó tener dos cromosomas y durante años se vinculó tener dos cromosomas a la violencia extrema. Hasta en la cultura pop, por ejemplo en una de las películas de Alien, la historia se desarrolla en una prisión planetaria para criminales con dos cromosomas y sin embargo la testosterona parece tener poca influencia en la agresión masculina.
De hecho esta hormona aumenta la cooperación entre hombres, como lo indican distintos estudios como los de Brian Bird de la Universidad Simon Fraser de Canadá, Estrella Montoya de la Universidad de Utrech o Ben Vernasco de la Universidad de Washignton.
La testosterona parece impulsar a los hombres a tratar de superar socialmente a otros hombres, pero eso no tiene que ser mediante agresiones. Generalmente no lo es. También puede ser a través de cooperar unos con otros.