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A 10 años de que Doudna y Carpentier revolucionaran la investigación biotecnológica

FOTO: ARCHIVO

Un día como hoy pero de 2012, Jennifer Doudna y Emanuelle Carpentier, del Instituto Max Planck, publicaron en la revista Science una nueva técnica de edición de genes conocida como CRISPR, basada en secuencias de ADN repetidas en bacterias, se trata de una especie de sistema inmune contra virus que las atacan, los segmentos de ADN se llaman genes.

Tras una infección viral, la bacteria incorpora algunos genes virales de su propio ADN, pero rodeado de secuencias repetidas para evitar que se fabriquen nuevos virus, cuando sobreviene una nueva infección, la bacteria reconoce la secuencia almacenada y ataca los virus.

¿Pero qué ocurriría si en lugar de un fragmento de un virus se pudiera usar cualquier otra? CRISPR ya se ha utilizado para modificar cultivos, en animales de crianza, papas con menos almidón y más vitaminas, o peces con más y mejores proteínas.

De hecho, existe una verdadera avalancha de aplicaciones que hace casi imposible tener una lista actualizada, por ejemplo, en el Centro de Investigación Johnn Innes de Inglaterra, Cathie Martin busca convertir al jitomate en una fuente de vitamina D mediante CRIPR.

Monika Gulia-Nuss, de la Univeridad de nevada, la usa para modificar a las garrapatas y evitar que nos transmitan enfermedades y Kathy Niakan y su equipo del Instituto Francis Crick en Londres tiene autorización para aplicarla en embriones humanos sanos. Esto lleva a pensar en los límites éticos, corregir genes de ciertas enfermedades como la anemia falciforme o la enfermedad de Hungtintog suena bien, pero la tentación de hacer más está presente.

En 2018, una corte china sentenció a prisión a Jiankui He por editar el genoma de un par de gemelas.

Con todo, en 2015, Jennifer Doudna y Emanuelle Carpentier recibieron el Premio Princesa de Asturias y en 2020 el Premio Nobel de Química.

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