Especialistas encontraron un ecosistema poblado en las cimas de los volcanes submarinos extinguidos en las profundidades del Océano Ártico.
Estos focos de vida están dominados por esponjas, que crecen en gran número y con un tamaño impresionante.
En la cima de los montes submarinos volcánicos extintos de la Dorsal de Langseth encontramos enormes jardines de esponjas, pero no sabíamos de qué se alimentaba”, informó la jefa científica de la expedición, directora del Grupo de Investigación de Ecología y Tecnología de las Profundidades Marinas del Instituto Max Planck de Microbiología Marina, Antje Boetius.
Es así como la experta en esponjas del Instituto Max Planck de Microbiología Marina de Bremen, Teresa Morganti, pudo identificar cómo se adaptan las esponjas al entorno más pobre en nutrientes.
“El análisis reveló que las esponjas tienen simbiontes microbianos que son capaces de utilizar la materia orgánica antigua. Esto les permite alimentarse de los restos de antiguos habitantes, como los tubos de gusanos compuestos de proteínas y quitina y otros detritus atrapados”, agregó.
Las esponjas
Las esponjas se consideran una de las formas de vida animal más básicas; sin embargo, tienen éxito y abundan en todos los océanos, desde los arrecifes tropicales poco profundos hasta las profundidades marinas del Ártico.
Muchas esponjas albergan una compleja comunidad de microorganismos en una relación simbiótica, que contribuye a la salud y nutrición de las esponjas produciendo antibióticos, transfiriendo nutrientes y eliminando excrementos.
Ambas especialistas descubrieron que, hace miles de años, las sustancias que se filtraban del interior del lecho marino sustentaban un rico ecosistema, hogar de una gran variedad de animales.
Cuando se extinguieron, quedaron sus restos.
Ahora, éstos forman la base de este inesperado jardín de esponjas.
Estudio
El análisis microbiano de los microorganismos corroboró la hipótesis de las investigadoras.
“Los microbios tienen la caja de herramientas adecuada para este hábitat”, explicó el integrante del Centro Helmholtz de Investigación Oceánica GEOMAR de Kiel, que realizó los análisis microbiológicos con su equipo, Ute Hentschel.
Las y los científicos también demostraron que las esponjas actúan como ingenieros del ecosistema ya que producen espículas que forman una alfombra sobre la que se arrastran.
Esto puede facilitar el asentamiento local de partículas y materiales biogénicos.
Los holobiontes de las esponjas pueden aprovechar esta materia detrítica, creando así su propia trampa alimentaria.