El cerebro de los mamíferos es en general de mayor tamaño, en comparación con el resto de los vertebrados, lo cual se ha considerado que fue una ventaja decisiva para escapar del apetito de los dinosaurios y sobrevivir tras su desaparición.
Sin embargo, un estudio publicado en el último número de la revista Science, por un amplio equipo liderado por Ornela Bertrand, revela que los mamíferos no siempre fuimos tan listos como nuestro ego nos hace imaginar.
Los escaneos craneales de Arctocyon primaevus, un mamífero de la época del Paleoceno y Hyrachuys Modestus, un mamífero del período Eoceno Posterior, indican que la masa muscular fue inicialmente decisiva para sobrevivir. El cerebro grande llegó bastante más tarde.
Los estudios revelaron que el tamaño relativo del cerebro de los mamíferos al principio disminuyó porque el tamaño de su cuerpo aumentó a un ritmo mucho más rápido.
El estudio también sugiere que los animales dependían en gran medida de su sentido del olfato y que su visión y otros sentidos estaban menos desarrollados.
“Esto sugiere que inicialmente era más importante ser grande que muy inteligente para sobrevivir en la era posterior a los dinosaurios”, señalaron los expertos.
Asimismo, indicaron que alrededor de 10 millones de años después, los primeros miembros de grupos de mamíferos modernos, como los primates, comenzaron a desarrollar cerebros más grandes y una gama más compleja de sentidos y habilidades motoras.
“Esto habría mejorado sus posibilidades de supervivencia en un momento en que la competencia por los recursos era mucho mayor“, indicaron.
La idea de que los cerebros grandes siempre son mejores para invadir nuevos entornos o sobrevivir a extinciones es engañosa.
“Los cerebros grandes son costosos de mantener y, si no fueran necesarios para adquirir recursos, probablemente habrían sido perjudiciales para la supervivencia de los primeros mamíferos placentarios en el caos y la agitación después del impacto del asteroide“, explicó Ornella Bertrand, de la Facultad de Geociencias de la Universidad de Edimburgo.
Debido a que los mamíferos de hoy son más inteligentes, es fácil suponer que los grandes cerebros ayudaron a los antepasados humanos a sobrevivir a los dinosaurios y sobrevivir a la extinción.