Ola de calor mata a millones de aves marinas en Alaska
Una ola de calor marítima mató a 4 millones de ejemplares de arao común, casi la mitad de esa población en Alaska.
El arao común, un ave marina de color blanco y negro, cuyo hábitat son las gélidas aguas del norte, sufrió una drástica caída de su población en Alaska en la última década, a causa del cambio climático.
De acuerdo con un estudio publicado por la revista Science, una ola de calor marítima inédita, ocurrida en el Pacífico norte entre 2014 y 2016, mató a 4 millones de ejemplares de esta especie, casi la mitad de su población en Alaska.
Desde entonces, las poblaciones de arao común, a menudo confundidos con pingüinos, apenas han mostrado pequeños signos de recuperación, lo que sugiere cambios a largo plazo en su red de alimentación, así como un nuevo equilibrio del ecosistema.
“Se habla mucho del declive de especies en relación con los cambios de temperatura, pero en este caso no se trata de un resultado a largo plazo”, explicó Heather Renner, bióloga de una reserva natural en Alaska y coautora del estudio.
Para Heather Renner, este evento se trata del mayor hecho documentado de mortalidad de fauna salvaje en la era moderna.
Estos resultados sirven como “alarma”, explicó la investigadora, quien recuerda que el calentamiento global, debido a la actividad humana, hace más frecuentes las olas de calor, las cuales ahora son más intensas y prolongadas.
Aves muertas en la costa
Con apenas unos 40 centímetros de alto, los araos comunes, también conocidos como “pingüinos del norte”, son aves robustas porque sus finas alas les permiten recorrer grandes distancias para encontrar alimento y también por su capacidad para bucear.
Cabe destacar que ni su resistencia como aves marinas pudo evitar una catástrofe medioambiental sin precedentes. La ola de calor que se prolongó por dos años en el noreste del océano Pacífico, de California hasta Alaska, afectó fuertemente a esta especie.
Durante este periodo, unas 62 mil aves demacradas, agonizantes o muertas, fueron encontradas a lo largo de miles de kilómetros de la costa en el Pacífico de Norteamérica.
La causa, según los expertos, ha sido una reducción de la calidad del fitoplancton relacionada con la ola de calor. Ello afectó a especies de peces como los arenques y las sardinas, alimento de los araos.
Al mismo tiempo, las aguas más cálidas aumentaron las necesidades energéticas de grandes peces que entraron a competir con los araos por las mismas presas.
“Sabíamos entonces que se trataba de un gran problema, pero desafortunadamente no podíamos cuantificar los efectos”, recordó Heather Renner.
Las primeras estimaciones daban cuenta de alrededor de un millón de aves muertas, pero los análisis revelaron que la mortalidad fue cuatro veces mayor. “Esto es mucho peor de lo que pensábamos”, reconoció Renner.