El “fundidor de gigantes”, Alejandro Velasco, presenta el talento que surge de su taller en el Centro Cultural Jaime Torres Bodet en Zacatenco.
Las cosas se deben hacer bien desde el principio, o te pedirán hacerlas nuevamente y al final deben quedar bien, le decía don Jesús Velasco a su hijo Alejandro, quien junto con su hermano creció entre la tierra, dibujos y creaciones en bronce de artistas como Rufino Tamayo.
“En vacaciones nos ponía cuando llegaba algún artista él nos ponía a ayudarlo, decía hagan bolitas de plastilina o háganle rollitos o háganle churritos y hacíamos bolillitos, los hacíamos y el artista los agarraba para ir haciendo sus esculturas”, dijo el escultor Alejandro Velasco.
Historias que fueron compartidas con otros chiquillos, los primos Vázquez.
“Nosotros llegamos allí por nuestro papá también, es una larga historia, llegamos como Alejandro como niños y nos conocemos como familia y desde que empezaron como taller, verlo crecer y conocer a la mayoría de los artistas”, señaló Ismael Flores.
Poseedores de talento para cristalizar ideas a partir de observar con ojos de niños, los habitantes del taller de Alejandro Velasco han dado forma a obras de artistas monumentales.
“Nosotros somos una tercera generación de la fundición, primero fueron nuestros abuelos, después nuestros padres y ahora nosotros, hay una cuarta que viene siendo hijo de mi primo que él es el que le da la pátina o el color”, puntualizó el maestro fundidor, Jose Luis Vásquez.
Alejandro Velasco agregó que ha sido su fortuna este trabajo, “es maravilloso, imagínate haber trabajado con Leonora Carrington, José Luis Cuevas, Juan Soriano, Felguérez, Vicente Rojo, Vladimir Cora, Sergio Hernández, tantas firmas, con el maestro Toledo”.
Para honrar ese legado, la Coordinación de Cultura del Instituto Politécnico Nacional presenta una selección de obras creadas en el taller, además de esculturas del propio Alejandro en el vestíbulo del Centro Cultural Jaime Torres Bodet en Zacatenco.