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Alfonso el Sabio, el hombre que “unió” el idioma español

Era el siglo XII cuando nació el sucesor de Fernando III de León y de Castilla: Alfonso X de Castilla, mejor conocido como Alfonso el Sabio. Su poca astucia por ser guerrero y combatiente le quitaron sus aspiraciones al entonces trono imperial germánico. Pero como diría el famoso filólogo mexicano Antonio Alatorre: nadie se acordaría de él si no fuera por el papel decisivo que tuvo en la evolución de la lengua española y de la cultura. Y seguramente fue lo mejor que le pudo haber pasado al mundo.

Alfonso el Sabio nació en Toledo, España. Aquella ciudad caracterizada por ser territorio de encuentro entre árabes, judíos y cristianos. Lo que los hacía uno solo era, inminentemente, una gran riqueza multicultural de la que carecían muchas otras regiones de aquella península aún en plena consolidación. De esa manera, Toledo era un punto de cónclave al que acudían sabios y estudiosos de toda Europa para aprender de los árabes. Esto, según Alatorre, dio prestigio a la monarquía castellana.

Fue así como, en medio de ese saber oriental y el ansia occidental del saber, se crearon canales de transmisión. El más importante: la “escuela de traductores” fundada por Raimundo, arzobispo de Toledo. Allí, donde más bien parecía un taller, hay quienes traducían, quizá oralmente, del árabe y el hebreo al romance. Algunos otros ponían esas traducciones en el latín internacional de la época. Al final de cuentas, la clientela destinataria era la sociedad europea. Ésa que estaba ávida por leer lo que estaban haciendo los musulmanes y judíos. Pero sobre todo, eran quienes podían pagarlo.

El organigrama toledano era sencillo pero eficaz: los judíos actuaban como intermediarios entre los eruditos musulmanes y los eruditos cristianos. Y es ahí donde entra Alfonso el Sabio, quien aprovechó la multiculturalidad que existía en Toledo. Y así tomó en cuenta los sistemas culturales, religiosos y literarios, dando pie a generar obras más construidas y con mayor carga argumentativa. Se rodeó de un nutrido grupo de colaboradores árabes, judíos y cristianos. Incluyó en su nómina también a intelectuales franceses e italianos. ¿El objetivo?: a partir de todas estas obras venideras de otras culturas, religiones e idiomas, crear la Historia de España y la del mundo. Y las bautizó: Estoria de España o Primera crónica general de Espàña y la General Estoria o Historia del mundo. indudablemente para el Sabio, el mundo ya estaba listo para una innovación trascendental. A partir de entonces, aunque todavía se siguieron escribiendo libros el latín, los textos en romance empezaron a adquirir, gracias a él, una consolidación que llevaron a denominar a Alfonso X como el creador de la prosa española; haciendo más sólido al idioma español.

 

Otras aportaciones

Además de esa reivindicación por el idioma español, Alfonso el Sabio también tuvo otras aportaciones. La Primera crónica general y la Historia del mundo fueron sólo el punto de partida para una serie de obras que heredó a la cultura hispánica, incluso al mundo entero. El Sabio tenía conocimiento de la necesidad de un documento que se acogiera a las necesidades legales de su tiempo. Así fue como tomó la decisión de crear Las siete partidas, un compendio de reglas que van desde lo filosófico, pasando por lo moral, e indudablemente religiosas. Una gran aportación para la historia del Derecho.

El Sabio también echó mano de la ciencia. En sus Tablas alfonsinas estudió los movimientos de los planetas de acuerdo con las teorías de al-Zarqali, astrónomo cordobés, y las muy anteriores de Tolomeo. Sólo que estas obras fueron más puestas en controversia científica, ya que Alfonso X trabajó con elementos alquímicos y mágicos para poder llevar a cabo sus demostraciones.

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