Cultura

Castillo interior, el libro que por excelencia te llevará al equilibrio místico

Semana Santa, pascua, Pésaj (en hebreo)… indudablemente son fechas espirituales en muchas religiones. Quienes son ortodoxos, deciden hacer ayunos, guardar, orar y entregarse a un proceso de excepcional misticismo que durante todo el año tiene facetas menos intensas. En el caso de quien no profese religión alguna, es naturaleza filosófica la necesidad a arraigarse a un sentimiento de introspección para lograr un equilibrio de alma.

El caso de Castillo interior o Las moradas, de Santa Teresa de Jesús, es un gran ejemplo sobre cómo luchar por lograr la conexión espiritual con los demás, con uno mismo, y hasta con el ser en el que se cree. Teresa de Ávila nació el 28 de marzo de 1515 y murió entre los primeros días de octubre de 1582. Jugaba a fundar conventos y a ayudar gente. A sus siete años convenció a su hermano para que se fugase de casa y se fuera con ella a “tierra de moros”, buscando el martirio. Años después hizo lo mismo, pero con éxito, revelándose contra su padre. Además de monja, es denominada escritora española maestra del misticismo castellano. Su experiencia de vida siempre fue marcada por la religión que plasmó en su libro en el que llegó a la experiencia mística de tener contacto con Dios.

En siete moradas, y con un lenguaje sencillo, dirigido a sus mon (Estado de perfección religiosa que consiste en la unión o el contacto del alma con la divinidad, Santa Teresa nos lleva del ascetismo (vida sencilla, humilde y modesta) al misticismo (estado de perfección religiosa que consiste en la unión o el contacto del alma con la divinidad).

En la primera, plantea a nuestra alma como un castillo de diamante o muy claro cristal, capaz de albergar al Supremo, que, en las segundas moradas, nos expondrá como la opción para librarnos de los males. Ya en la tercera, ubica las tentaciones como un punto irreversible: o hacemos un sacrificio, o caemos en malas tentaciones, pero no continuaremos para lograr el contacto místico tan esperado.

Si se logra llegar a la cuarta morada, se empezará a mostrar el amor a Dios, él nos empieza a abrir sus brazos. Esto, como preparación para la quinta, en la que empezará el contacto del alma con el Supremo, pues en la sexta el alma, narra Santa Teresa, está tan esculpido con Dios, al nivel de que todo su deseo es tornarla a gozar, ya que quien logre llegar a la séptima y última, se dé el matrimonio espiritual con Dios: el alma muere con sus pecados y resurge a la vida en Cristo por su gracias.

Santa Teresa de Jesús llega al final de su obra en 1577, cuando tenía 67 años. Para entonces, ya había recorrido una vida llena de enfermedades, pero también de convicciones que le hicieron reafirmar la entrega de su dolor físico en Dios, los sufrimientos de su cuerpo, para sostenerse con los del alma y formar en ella una voluntad inquebrantable.

Indudablemente, hablamos de una mujer que escribió una emblemática obra en un contexto de precariedad, enfermedad, pero de total gozo y entrega espiritual, que vio físicamente consumado en la fundación de la Orden de los Carmelitas Descalzas, y espiritualmente en la condensación de uno de sus poemas más famosos:

Vivo sin vivir en mí

y tan alta vida espero

que muero porque no muero.

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