A 500 kilómetros de Ciudad de México y a 250 kilómetros de La Marquesa, se encuentra el pueblo de Guadalupe Yancuictlalpan, municipio de Santiago Tianguistenco, mejor conocido como “Gualupita”.
En la comunidad mexiquense, un lugar lleno de vida y tradición, se elaboran textiles a mano, en telares o bastidores. El señor Benito López Ramírez es originario del pueblo de “Gualupita” y tiene cinco décadas realizando tapetes tejidos.
“Trabajando el tapete llevó unos 50 años, pero antes trabaje telas para tapizar, suéteres, gabanes, mañanitas, todo lo relacionado con el bastidor y el telar”, comentó.
Benito aprendió el oficio de su padre y aunque el arte de tejer es tener paciencia y amor por lo que se hace, a través de los años, ha buscado innovar sus diseños.
Aparte de los diseños, la calidad de los materiales es realmente importante para el proceso de elaboración, por ello, siempre buscan tener la mejor lana.
Hacen frente a la pandemia
Y es que con las medidas para evitar contagiarse de COVID-19, el proceso de elaboración de tapetes se modificó.
“La pandemia nos afectó 100%. Me imagino que a la mayoría. No hubo gente, no vendimos, nos cuidamos, gastamos lo que no teníamos y muchas cosas pasaron, pero gracias a dios estamos vivos”, explicó el artesano.
La pandemia, el encierro y la poca venta afectaron a todos los artesanos tejedores de este pueblo, pero en lugar de darse por vencidos, siguieron saliendo y buscando nuevas formas de promover su arte y productos
Ellos también tiñen la lana que utilizan para la elaboración de los tapetes, lo que hace que el proceso, dependiendo de los diseños, lleve más o menos tiempo.
“Trabajamos una semana. Procesamos materiales, hilamos, torcemos, lavamos, devanamos y otra semana ya lo trabajamos. O pueden ser unos tres, cuatro días de proceso y otros dos o tres de trabajo”, indicó el señor Benito.
Tal es el caso del señor Rosarino Nery, quien trabaja sus artesanías en bastidor y es uno de los principales impulsadores del trabajo que realizan.
“El ingenio del aquí de las personas de ‘Gualupita’ no tiene límites. Hay diversos artículos de lana que se pueden trabajar dentro del bastidor, los dibujos son parte de la imaginación que tienen los artesanos”, comentó.
Ya sea en este colorido pueblo o en otros estados, el señor Nery, junto con otros artesanos, idearon una manera de poder sobrellevar la pandemia, pero también de retomar el ritmo con la reapertura después de esta emergencia sanitaria.
“La reapertura es muy lenta. Nosotros, a medio año de que vino la pandemia, tuvimos la osadía de ponernos a vender. Nosotros los martes vendemos en Santiago Tianguistengo, pero luego, con la necesidad tan grande que tenemos de subsistir con nuestro trabajo, pudimos, con un permiso del Gobierno de Santiago Tianguistengo, hacer una plaza aquí en ‘Gualupita’ los días martes”, mencionó.
Así, 13 artesanos se colocaron en esta plaza para seguir promoviendo sus productos.
“Al principio pensamos que nada más íbamos a vernos las caras unos a otros, pero no. Afortunadamente fuimos vendiendo, aunque sea una pieza cada ocho días, pero teníamos una venta buena para nosotros”, relató el señor Nery.
Al ver que esta oportunidad era buena, más personas se fueron sumando al proyecto y ahora acuden todas las personas de la población a vender sus productos de lana, así como las personas que hacen otros tipos de trabajo que venden al mayoreo.
Pero los artesanos no se detienen ahí. Ellos trabajan todos los días, de lunes a domingo, para poder recuperarse.
Otro ejemplo de este arduo trabajo es la señora Gilberta Berona Casas, quien desde los 10 años aprendió esta labor.
“Con la pandemia teníamos miedo, pero nunca dejamos de trabajar. Trabajábamos y con eso nos olvidábamos un poco de la pandemia. Gracias a Dios seguimos trabajando diario”, indicó.
Por su parte, el señor Camerino Juárez López dijo que durante la pandemia sus hermanos lo ayudaron durante la emergencia.
“Nos amoló mucho la pandemia por que no vendíamos, ya no teníamos ni para sobrevivir. Tuvimos que seguir luchando para frijolitos, ya ve que se tiene que luchas para sobrevivir. De vez en cuando vendíamos las prendas que hacíamos”, agregó Rosa Barrera Hernández, artesana.
De igual forma, el área de comida en ‘Gualupita’, afectada por la emergencia sanitaria por COVID-19, poco a poco ha comenzado su recuperación.
La señora Eugenia Alpízar Pérez lleva 45 años vendiendo barbacoa. El negocio lo heredó de sus suegros y reparte el trabajo con su esposo. Él prepara la carne y ella la vende.
“Después de la pandemia, ya parece, gracias a Dios que ya estamos agarrando el paso. Todavía con miedo, pero ya estamos aquí”, mencionó.
Por su parte, la señora Matilde Juárez López, también originaria de este pueblo, tiene 16 años haciendo antojitos mexicanos y que pese a la pandemia no dejó de salir a vender para poder subsistir.
Ya sean artesanos, cocineros, meseros, vendedores o todo al mismo tiempo, la gente de ‘Gualupita’ no ha dejado de caer su ánimo para salir adelante.