Cultura

Día de la Candelaria y sus orígenes prehispánicos

Las tradiciones son parte de la vida mexicana y la pandemia no detuvo el ritual del Día de la Candelaria que tiene sus orígenes en los rituales del imperio mexica.

 

El sol pegaba seco sobre los rostros de los comerciantes que gritaban a todo pulmón:

 

¡Tenemos al Niño Dios, el vestido o la reparacioooooón! Acérquese señito ¿qué va a llevar?

 

Las calles están abarrotadas de personas que buscan vestir a su Niño Dios este año. Hay atuendos para el Niño del Trabajo o el Niño de la Abundancia y el más pedido de este 2021 es el Niño de la Salud.

 

En la Ciudad de México y varias partes del país, el Día de la Candelaria incluye poner un altar al Niño Dios. Este altar, por lo general tiene tamales porque es el día que pagan los que sacaron muñequito el seis de enero.

 

Sin embargo, 500 años atrás, en las primeras semanas de febrero comenzaban las peticiones de lluvia con la celebración del Atlcahualco, que traducido al español sería “dejan las aguas” en referencia a la época más seca del año. Esta celebración era dirigida Tláloc el Dios de la lluvia. En ese tiempo los tamales eran ofrendas de mazorca y los niños considerados deidades por su relación con el maíz y la tierra, eran sacrificados para que el ciclo de lluvias fuese prospero. Así iniciaba el festejo del Atlcahualco. 

 

En la celebración se armaba una peregrinación que llegaba a la punta de un cerro donde se podía ingresar a las entrañas del planeta en un Tlalocan, templo al Señor del Agua dentro de una cueva. Los sacerdotes de Tláloc cargaban a niños ataviados con imágenes de las deidades de la lluvia y detrás de ellos estaban las que llevaban estandartes de cuero salpicados de hule líquido, que significaban el verdor y el florecimiento. 

 

Todos los de la procesión dejaban mazorcas de la cosecha anterior en las fauces de la montaña, que representaba el interior de la tierra, el Tlalocan (la cueva). Ahí también reposaban los niños que derramaban su sangre y su vida. Al morir en el interior de los cerros, donde sembraran sus comunidades, ellos forman parte de la tierra y del maíz, que hasta hoy siguen siendo sagrados. Así que, en cierto punto, los niños se convertían en el maíz y la tierra. 

 

Este año la calle Alhóndiga mostraba ese peregrinar, con miles de personas que caminaban en busca de la vestimenta para su Niño Dios. Los estandartes de cuero se cambiaron por cartulinas que anuncian las promociones de los locales que por la pandemia permanecieron con las puertas medio cerradas, pero atendiendo a los clientes. 

 

Los de las cartulinas se acercan y te pasan por las fauces metálicas de sus cortinas metálicas, cruzas casi de cuclillas en la cueva urbana, como haciendo reverencia a los miles de Niños Dios que reposan entre colores y vestidos únicos. 

 

Las mazorcas se cambiaron por tamales, la sangre de los niños por vestidos y las peticiones de agua, este año cambiaron por peticiones de salud.

 

El festejo del Atlcahualco se sometió a la conquista bajo el Día de la Candelaria, las tradiciones mutaron para sobrevivir en el pueblo mexicano que entre inquisiciones y pandemias sigue rindiendo tributo a los antiguos Dioses.

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