Las mujeres han luchado a lo largo de su vida no solo por la igualdad de género, sino también por demostrar que son independientes, fuertes y capaces de hacer cualquier tarea igual o mejor que los hombres.
Por eso es importante entender y ver la diferencia e historia entre el empoderamiento, feminismo y cómo es que estos conceptos se han hilado en el transcurso del tiempo, pero también deformado en lo que hoy se conoce como feminazismo.
Empecemos por el empoderamiento.
Se conoce como el proceso por medio del cual se dota a un individuo, comunidad o grupo social de un conjunto de herramientas para aumentar su fortaleza, mejorar sus capacidades y acrecentar su potencial.
Su objetivo, que pueda mejorar su situación social, política, económica, psicológica o espiritual.
La palabra, como tal, proviene del inglés, deriva del verbo to empower, que en español quiere decir empoderar.
Y empoderar significa desarrollar en una persona la confianza y la seguridad en sí misma, en sus capacidades, potencial e importancia de sus acciones y decisiones para afectar su vida positivamente.
De ahí deriva que el empoderamiento se refiera al proceso de conceder poder a un colectivo, comunidad o grupo social que se encuentra en situación precaria en términos económicos, políticos o sociales, por lo general marginado o excluido.
Mientras que el feminismo es un movimiento social y político que inició formalmente a finales del siglo XVIII.
Supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo que era sometido a la opresión, dominación y explotación por parte del patriarcado.
Por ello, el feminismo ha ido formando y transformando significativamente los entornos de las mujeres.
Expertos señalan que contrario a lo que se piensa, el feminismo no es un grupo radical que busca dividir o fomentar el odio hacia el género masculino, sino que es un movimiento político y social que busca que las mujeres tengan condiciones de igualdad en derechos y oportunidades en relación con los hombres.
En México, por ejemplo, el feminismo data desde finales del siglo XIX y principios del XX, como resultado de desventajas sociales y desigualdades frente a los hombres que en ese tiempo eran más marcadas.
Juntando estos dos conceptos, podríamos decir que el feminismo empoderó a las mujeres para luchar por la igualdad de condiciones sociales, económicas, de género, derechos y oportunidades después de permanecer durante siglos bajo el yugo de los hombres.
Además, les permitió alzar la voz sin importar la raza o color de piel, edad, condición social o económica y las hizo verse y valerse como un conjunto unificado que buscaba el mismo fin: igualdad.
Hay que destacar que, gracias a este movimiento, en los últimos 100 años, los derechos de las mujeres han evolucionado, aunque las desigualdades persisten.
Pero se han tenido grandes avances como el derecho a votar, aborto, anticonceptivos, paridad en la política o en las empresas e igualdad en los salarios.
Sin embargo, en los últimos años estos ideales y conceptos se han deformado y se ha confundido la lucha y manifestación con destrozos, pintas y quemas.
Además, algunos expertos piensan que la deformación del concepto se dio de súbito por el de “victimización”.
Es decir, ahora la perspectiva las mujeres es que todas son sufridas, oprimidas y minimizadas, cuando que en la realidad eso era una verdad parcial.
Pero aceptar esto, sería como no reconocer los logros que se han conseguido en materia legislativa, educativa, social y política, así como que muchas mujeres han logrado ser más seguras y con ello ocupar una mejor posición en el contexto de la familia y la sociedad.
Y debido a esta combinación de ideas, conceptos y formas de pensar que han trasmitido de generación en generación y con las nuevas demandas de igualdad que han surgido en los últimos años es que nace lo que actualmente se conoce como feminazismo.
El término de ser feminista se deformó en feminazismo ya que varios grupos o minorías se oponen rotundamente al feminismo y lo difunden como una postura misándrica, es decir, de aversión radical al varón.
Sí el objetivo del feminismo es la búsqueda de la equidad social entre ambos géneros, en contraste, el feminazismo resulta ser un movimiento meramente opresor, como el machismo, manejado con violencia, con una idea de superioridad de la mujer ante el hombre.
Esto ha causado grandes cambios en la sociedad y de división entre las mismas mujeres, ya que unas buscan alzar la voz de forma pacífica y otras de manera más radical y hasta cierto punto agresiva.
En este contexto, por ejemplo, Cristina Hoff Summers en su libro “¿Quién nos robó el feminismo?” cuestiona el cambio que ha tenido el concepto en los últimos tiempos y con las nuevas generaciones.
En gran medida, el feminismo ha triunfado en Occidente, aunque subsisten discriminaciones, el progreso ha sido enorme. Sin embargo, en el movimiento feminista convencional hoy abunda el tono catastrofista”, comentó Cristina Hoff Summers.
Por eso, propongo cambios para que el feminismo deje de ser un cenáculo dominado por mujeres radicales y se abra a las aspiraciones reales de la mayoría de estas”, señaló.
Para ella, el feminismo quiere realmente para la mujer lo que quiere para todos: un trato justo, respeto, dignidad, así como promover la armonía y buena voluntad entre los sexos.
Sí esto se lograra hoy en día, estos movimientos sociales y pensamientos podría contribuir a que en el mundo haya más cordura, felicidad y ética.
Por eso, habría que hacer un análisis de lo que como sociedad nos ha llevado a este punto de infección entre hombres y mujeres y que no solo afecta a los adultos, también hace eco en los niños y niñas desde casa.
Entendernos no solo como hombres y mujeres, sino como seres humanos que cometen errores y capaces de cambiar podría ser una puerta para mejorar nuestras relaciones personales y también de manera individual.