Si alguna vez te has preguntado si una escuela está construida debajo de un cementerio, debes saber que esto es una leyenda que tiene bases históricas, ya que se tienen pruebas de que algunos panteones desaparecieron para dar lugar a nuevos emplazamientos, en particular durante el siglo XIX, así lo explicó la historiadora y periodista Bertha Hernández González.
Durante el programa “Somos Nuestra Memoria” del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la especialista detalló que con la aplicación de las Leyes de Reforma, entre ellas la de la desamortización de los bienes eclesiásticos (proceso por el cual los bienes de la Iglesia dejan de estar vinculados a la institución), el Estado tomó bajo su control los lugares de entierro, por lo que éstos se modificaron.
Un ejemplo, dijo, es el Centro Escolar Benito Juárez, localizado en la calle Jalapa, de la colonia Roma Sur. Entre 1923 y 1925, se llevó a cabo su construcción en una sección de los terrenos donde se encontraba el Panteón General de la Piedad, el cual fue inaugurado por Benito Juárez en 1872.
Este panteón surgió del reclamo de contar con un cementerio civil alejado del centro urbano a fin de evitar problemas de salud pública por los “efluvios malignos” que, según se creía, desprendían los cuerpos enfermos, las materias corruptas y aguas estancadas.
Estas acciones, enfatizó Hernández González, pretendían replicar los cementerios europeos, pero al poco tiempo devino “en uno de los grandes fracasos urbanos de Ciudad de México”, debido a que el suelo no era el propicio. Problema que aumentó ante la falta de una instalación de drenaje.
“Se convirtió en el panteón para la gente pobre, decayó, fue cerrado y, con ello, comenzó su expolio. Finalmente, sería sustituido por el Panteón de Dolores, ubicado al poniente de la ciudad”, agregó.
La historiadora hizo hincapié en que este caso es paradigmático, porque es resultado de un proyecto de Estado, de decisiones gubernamentales que tienen sus antecedentes en la época de Reforma, y que abrieron paso a una vida nacional laica.
“Esto cambió radicalmente la fisonomía de las ciudades, porque se derribaron muros de grandes extensiones conventuales que estaban, créanlo o no, en los cascos históricos. En Ciudad de México, aún podemos observar algunos templos que eran adyacentes a conventos hace 180 años, por mencionar el de San Francisco, que se hallaba en lo que hoy ocupa la Torre Latinoamericana”, finalizó Hernández González.
Los panteones de México cobran vida