La Real Academia Española (RAE) se fundó en Madrid en 1713. Desde sus orígenes se encuentra en Madrid, España, junto al famoso Museo del Prado. Sus políticas se han ido adaptando a las necesidades sociales, culturales y geográficas de la lengua. Antes, la RAE establecía las normas y parámetros de la gramática española. Ya en 1993 se proclamó la denominada “política lingüística panhispánica”, en la que se comprometió, con otras 22 instituciones de la lengua de América Latina, Filipinas y Estados Unidos, a hacer más sólidas las bases de la instancia mediante la creación en México en 1951, la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).
A partir de ahí, empezó un arduo trabajo por homologar reglas para la lengua española, basadas en los usos, contextos y realidades de los países miembros de la ASALE. Y una de las grandes aportaciones se dio en 2010, cuando después de décadas, se dio a conocer la Nueva gramática de la lengua española. Entre inmensas reglas destacan las ortográficas, puntualizaciones y aclaraciones como las siguientes que mucha gente aún se niega a ratificar:
La letra “o” ya no lleva tilde ni entre números
La vocal “o” también tiene la función de conjunción. Aunque en algún momento se recomendó la aplicación de la tilde en segundo uso, para evitar la posible confusión con el número 0, la actual Ortografía de la lengua española especifica que se escribirá siempre sin tilde, con independencia de que aparezca entre palabras, cifras o signos.
La razón que ha dado la RAE es que, la distinta forma y menor altura que el cero (o, 0) ‘hacen prácticamente imposible su confusión real en la práctica’.
Los monosílabos “fue”, “dio”, “vio” “vi” y “ti” no se acentúan
La actual Ortografía de la lengua española ha desmitificado una regla que mucha gente tenía, ya sea por “costumbre” o por ver registros en textos medievales o de siglos como el XVIII y hasta el XIX, en los que era frecuente leer tildadas las conjugaciones de los verbos “fue”, “dio” y “vio”, que jamás tuvieron que haber tenido el acento gráfico, pues les aplica la regla de los monosílabos (mínima división silábica), de la que sólo las excepciones por significado doble como si/sí o mas/más, aplica. Y la misma norma es para “vi” y el pronombre “ti”, que jamás se deben tildar.
Éste, ése, ésa… sin tilde por convicción
Se llaman pronombres demostrativos y hasta antes de la reforma ortográfica del 2010 se acentuaban para sustituir al sustantivo. Por ejemplo: “El niño se comió una guayaba, pero ÉSTA estaba aún muy verde”. No obstante, la actual regla elimina la tilde. En su enumerado 3.2.1. sobre esta palabra, la RAE afirma que “sea cual sea la función que desempeñen, los demostrativos siempre son tónicos y pertenecen, por su forma, al grupo de palabras que deben escribirse sin tilde según las reglas de acentuación”. Al mismo tiempo, la misma Real Academia agrega la aclaración: “solo cuando en una oración exista riesgo de ambigüedad porque el demostrativo pueda interpretarse con otras funciones, el demostrativo llevará obligatoriamente tilde en su uso pronominal”. Ejemplo: “La niña come sandía, ÉSTA es muy pequeña”; la confusión sobre quién es pequeña “obligaría” a tildar el pronombre demostrativo “ésta”.
Solo o sólo, el “no” aceptado
Aunque para el adverbio “sólo” o adjetivo “solo”, la RAE ha aplicado la misma regla del demostrativo “ése”, “ésa”, “ésos”…, el caso de esta palabra ha causado controversia desde el establecimiento de la norma. Incluso los medios de comunicación, principalmente de América Latina, han sido renuentes a acatarla. Ya por 2013, se publicaron algunos artículos periodísticos, de voces importantes, afirmando que la RAE había “fracasado” y regresado a diferenciar “sólo” y “solo”, pero la Real Academia Española fue firme y se mantuvo.
En un artículo en su sección “Español al día”, la RAE fue clara: “solo” y “sólo” no deben llevar tilde según las reglas generales de acentuación, bien por tratarse de palabras bisílabas llanas terminadas en vocal. Y ese empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo y los pronombres demostrativos no cumple el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica, que es el de oponer palabras tónicas o acentuadas a palabras átonas o inacentuadas formalmente idénticas, ya que tanto solo como los demostrativos son siempre palabras tónicas en cualquiera de sus funciones.
Por eso, a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas incluso en casos de ambigüedad. Sin duda, esta norma ha matado toda esperanza de volver a ver tildado el adverbio “solo” o los demostrativos “ese, esa, esos…”.