Cultura

Este libro medieval aspira a impedir la inestabilidad, el engaño y la apariencia

Don Juan Manuel nació el 5 de mayo de 1282 y murió en 1348. Fue miembro de la casa real española y uno de los escritores más representativos de la prosa medieval, incluso se caracterizó por llevar al límite la escritura de ficción de aquel tiempo.

Antes que literatura, su trabajo podría más bien denominarse filosofía: El conde Lucanor. Se trata de una serie de cuentos, denominados “moralizantes”, que dejan claras ciertos aforismos que corresponden a su máximo objetivo: impedir que el mundo continuara con la inestabilidad, el engaño y la apariencia que ya estaban gangrenando la Europa de la Edad Media.

En sus exemplas (cuentos o fábulas), género característico de aquella época, Don Juan Manuel manifiesta una estructura muy concreta de moralizar a la sociedad española: en una primera parte, plantea un problema, de inmediato hace explícito un ejemplo para la mejor comprensión de lo inicial. Como tercera parte, se hace una serie de engranaje entre el problema y el ejemplo –muy al estilo de la dialéctica platónica–. Finalmente, una especie de moraleja representado en pareado (estrofa sencilla).

El conde de Lucanor se escribió entre 1331 y 1335. Según especialistas en literatura medieval, tiene influencia filosófica griega y de la heredada cultura árabe. Por ello, será común encontrarse con anécdotas que se advierten con un origen totalmente “sapiensal”, y algunas vistas desde una óptica más tradicional. Incluso están los que reúnen ambas partes. El exempla IV puede representar esta conjugación. Se llama “Lo que dijo un genovés a su alma al morirse” y, como en todos los cuentos, se lleva a cabo una conversación entre el conde Lucanor y su consejero Patronio. Aquí, el conde le explica a Patronio que le han ofrecido embarcarse en una aventura financiera en la que podría ganar más, aunque él ya tiene lo suficiente. El segundo le ejemplifica la agonía de un genovés, quien en su lecho de muerte llama a su familia, amigos, pide llevarle a la cama toda su riqueza. Le ofrece esta riqueza en voz alta a su alma. Le hace reflexionar sobre lo bien que está con lo que tiene en ese momento, sin tener que arriesgar a irse “con la ira de Dios” a saber cuál será su destino. El alma se termina quedando.

Ante esto, el conde Lucanor asimila que, con la riqueza que posee en ese momento, le es suficiente. Patronio le añade que no es necesario luchar por más. El conde Lucanor le agradece a su consejero y sentencia: El que bien sentado está, no se levante.

Cada uno de los 51 exemplas que Don Juan Manuel dejarán, a quien lo lea con atención, no sólo le aportará un aprendizaje, sino una nueva manera de ver la vida. Y qué mejor que este 739 aniversario de su nacimiento para recordarlo leyendo su libro.

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