Por la mañana del 5 de marzo, Graciela González Philips, anunció el lamentable fallecimiento de su padre el poeta, filósofo, académico y luchador social, a través de sus redes sociales:
Enrique González Rojo, él.
Hoy falleció, a los 92 años, el poeta que supo deletrear, desde muy temprano, al infinito. El piloto de diez mil horas decidió seguir su camino para rascarle los pies a las estrellas. Enrique González, de vena poética y colorada, deja una profunda huella en la literatura mexicana del siglo XX. Y es que su obra estuvo marcada por la búsqueda estética, pero también fue su trinchera desde la cual se comprometió con las luchas sociales.
Nació en el año bisiesto de 1928, un 5 de octubre. Heredero del re-nombre de sus antepasados intelectuales, su padre fue Enrique González Martínez y su abuelo Enrique González Rojo, se licenció y doctoró en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en filosofía y lógica, respectivamente. Su tesis de licenciatura se tituló Anarquismo y materialismo histórico.
Una de las principales actividades que desempeñó, por 33 años, fue como docente: fue profesor de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM); impartió clases en el Colegio de Ciencas y Humanidades (CCH); fue profesor de tiempo completo en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y en la Universidad Autónoma de Chapingo. Dio clases, también, en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Está última le otorgó el Doctorado Honoris Causa, en el 2016.
Los otros tres pilares de su vida fueron: la filosofía, la literatura, y el compromiso con las luchas sociales, tal como afirma su hija, en la semblanza de su padre.
Entre sus publicaciones filosóficas más relevantes sobresale La Revolución proletario-intelectual (1981), Radiografía de la democracia (2004), Para comprender la esencia de las revoluciones y las contrarrevoluciones (2014).
Su actividad literaria fue prolífica y abundante. Perteneció a la corriente poética Poeticismo junto a Eduardo Lizalde, Marco Antonio Montes de Oca, Arturo González Cosío y Eduardo Lizalde. En su producción literatura experimentó con diversos géneros: poesía, cuento, novela, ensayo y autobiografía. Sin embargo fue en la poesía en donde encontró una forma para “repatir belleza a domicilio.”
Algunas de sus obras más recordadas son El quíntuple balar de mis sentidos, por el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia (1976) y Viejos, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Benemérito de América” (2002), en Oaxaca.
Sobresale la serie Para deletrear el infinito (1972-1990). También publicó: Poeta en la ventana (2007), Trincheras (2010). Entre sus novelemas sobresalen: Salir del Laberinto, Empédocles, Sublevaciones en el cielo y en la tierra (2013) y Abelardo y Eloísa (2014). Tiene dos libros de “cuentemas”: El tránsito I y El tránsito II (1990). Entre sus ensayos literarios figuran: Prolegómenos a una sociología de la mafia literaria (1975), Prólogo a los sonetos amorosos de Quevedo (2008).
En su juventud desarrolló una intensa militancia en el Partido Comunista Mexicano. Posteriormente formó parte de la Liga Leninista Espartaco, junto a José Revueltas, cuya figura le dejaría una profunda huella en su formación ideológica. Fue tan importante la influencia de ‘Pepe’ que el poeta lo homenajeó con el poema “Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque Hundido.” Posteriormente participa en la OIR-LM, en la fundación del Partido de la Revolución Democrática y en otros grupos.
Sin embargo, abandonó la militancia partidista y fortaleció su compromiso con las luchas sociales. En el 2013, el poeta se manifestó en contra de la Reforma energética durante el peñismo y denunció fervientemente el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.
Hoy por la mañana, amigos de la familia y del poeta, lamentaron su fallecimiento, entre ellos Paco Ignacio Taiblo II, Epigmenio Ibarra y Jenaro Villamil. Asímismo instituciones como la Secretaría de Cultura, el Fondo de Cultura Económica, el Departamento de Literatura y Fomento a la Literatura de la UNAM, UACM, UAM, así como también la Casa Editora del Instituto Polítécnico Nacional (IPN), se unieron a la pena por tan lamentable deceso.
“Seguro te fuiste tranquilo, en fin, tranquilo. En paz, serenamente, convencido de que colaboraste con un grano de pólvora al bendito desorden que se acerca.”
Descansa en paz, Enrique.