Fundación Coppel ha adquirido nuevos trabajos artesanos, acción que ofrece más puntos de venta para estos creadores de comunidades alejadas.
La artesana de Atolotitlán, Puebla, Teresa Sánchez, es la tercera generación de una familia que se dedica a trenzar un material muy preciado en su comunidad.
“Me dedico desde los 12 años a realizar el tejido de palma. Es una fibra vegetal que su origen se encuentra en la Reserva de la Biósfera Tehuacán, Cuicatlán”, dijo Teresa Sánchez.
Elabora el ‘chiquihuite’, cesto sin asas de importante valor histórico en labores de recolección.
“Para mí son muy importantes porque recolectaban semillas como era el frijol, el maíz, un poco más grandes; hay de tamaños diferentes el chiquihuite. Me motiva. Porque pienso en nuestros ancestros, pienso en cómo la manera de vivir era sustentable”, agregó Teresa.
Cecilia Gómez radica en San Andrés Larráinzal, Chiapas, donde una gran parte de la población se dedica a los textiles.
“Una de niña, siempre adopta lo que hace mamá e intenta lo que hace mamá, y cuando mi mamá vio que ya podíamos tejer las partes iniciales, como el tejido liso, por ejemplo, montar el telar, pues naturalmente ella nos contó que podíamos hacer ciertas iconografías”, señaló Cecilia.
El trabajo de estas artesanas fue adquirido por Fundación Coppel en colaboración con el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart).