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Goethe, el científico humanista que te hará vivir, revivir y morir por amor

Como sonata perfectamente acoplada a cada una de sus letras, sílabas y palabras, se hace casi necesario recordar que, un 28 de agosto de 1749, nació uno de los genios de la literatura universal que nos supo dejar más allá de bellos escritos y maravillosos mensajes. Ese genio, a quien hoy se le recuerda su 272 aniversario, nació en Alemania bajo el nombre de Johann Wolfgang von Goethe.

Y no hay mejor manera de conocerlo, reconocerlo o traerlo a la mente, que con una de sus máximas herencias a la lengua alemana y las letras universales: Las aventuras del joven Werther. Se trata de un libro que, desde el inicio, deja claro el fatídico desenlace de su protagonista, pero no por eso llama a dejar de leerlo.

El suicidio de Wilhelm por la fantasía y locura amorosa que le llevó la idealización de la perfección romántica e imposible por Lotte, construyen el hilo conductor de la obra. El Sturm un Drang (tormenta e ímpetu), corriente que inauguró, según especialistas, ayudaron a construir, con cada una de sus arrogantes palabras, una historia que mostraría una historia rosa enmarañada en nebulosos ambientes místicos, pero siempre con una fuerza intempestiva.

En Las aventuras del joven Werther, el escritor, poeta, dramaturgo, científico y estadista, nos deja clara no sólo su esencia. También la lección de vida del saber hasta dónde llegar con nuestras propias pasiones: “atravesé el patio y me dirigí a la casa magníficamente construida, y al subir la escalinata y abrir la puerta, presenciaron mis ojos el espectáculo que viera jamás… mi alma entera estaba absorta en su figura, su voz, su porte…”.

Goethe nos enseña a amar, a amarnos; a desear, pero no a aceptar. Sólo a vivir hasta delimitar el punto finito de nuestra vida por nuestra propia cuenta: “me despedí rogándole me permitiese volver a verla aquel mismo día; accedió, volví aquí y, desde entonces, el sol, la luna y las estrellas pueden tranquilamente seguir su curso, ya no sé cuándo es de día, ni cuándo de noche, y el universo ha desaparecido a mi alrededor”.

Leer Las aventuras del joven Werther es tarea para el enamorado, para quien ama, o para quien se dispone o predispone a amar. Porque con zozobra, madurez, pero una gran locura, nos encamina al abismo del punto sin retorno: amar o morir; ser amado o perderlo todo: “tiendo hacia ella mis brazos cuando por las mañanas despierto de mis pesados sueños, inútilmente la busco por la noche en mi lecho cuando un feliz e inocente sueño me ha engañado viéndola sentada junto a mí en la pradera sosteniendo su mano cubriéndola de mil besos… la busco a tientas y me despierto… un torrente de lágrimas corre de mi corazón oprimido, y lloro desconsolado ante porvenir tan sombrío… Todo nos falta cuando nos faltamos a nosotros mismos”.

Johann Wolfgang von Goethe murió un 22 de marzo de 1832 en su acogedora casa en medio del campo de Weimer, Alemania. Fue hace 189 años cuando el autor también de obras como Fausto o Ifigenia dejó el mundo. Pero también una huella a la humanidad para saber amar. Una especie de catalizador que nos exigiría saber en qué momento estamos verdaderamente sintiendo eso que llamamos amor:

“¿No sigo siendo el mismo que antes nadaba en la plenitud del sentimiento, que a cada paso tenía ante sí un paraíso, que era dueño de un corazón capaz de abarcar amorosamente un mundo entero? Y este corazón que ahora muerto, de él ya no fluye entusiasmo alguno, mis ojos se han secado y mis sentidos que ya no serán ungidos con lágrimas confortadoras, hacen fruncir con angustia mi frente. Sufro tanto porque he perdido la única delicia de mi vida”.

Lee desde aquí Las desventuras del joven Werther

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