El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Compañía Nacional de Teatro, llevó a cabo la quinta mesa del “Encuentro Racismo, Arte y Cultura. Una conversación urgente”, con el título “La sociedad que se organiza”.
En su reflexión, Pablo Montaño, maestro en medio ambiente y desarrollo sustentable por la Universidad del Colegio de Londres y quien es coordinador de Conexiones Climáticas, habló sobre la crisis climática, las luchas ambientales y las crisis provocadas por la producción de alimentos:
“Hay una concepción equivocada de que no existe un movimiento climático en México. En ocasiones se piensa así, dado que no tenemos esas marchas multitudinarias cuando se convocan alrededor de temas ambientales y climáticos, como sucede en Europa o en Estados Unidos. Sin embargo, lo que vemos y creemos firmemente es una idea equivocada, debido a que nuestra defensa del territorio, y que se ha llevado a cabo principalmente por comunidades indígenas, es en efecto una lucha climática mejor articulada de lo que se le da crédito”.
Y continuó: “lo que me emociona estar en esta mesa es que hay una lectura climática cuando hablamos de racismo, porque al final la crisis en la que estamos viviendo, que es nuestra nueva normalidad de la cual no podemos escapar, porque nada queda afuera del clima, exacerba las desigualdades, las injusticias y las violencias que se viven en esta sociedad.”
Por su parte, la escritora, docente, productora de radio y traductora Mikeas Sánchez, afirmó que los zoques son un pueblo organizado contra el racismo, los fenómenos ambientales y la falta de atención a sus comunidades.
Al referirse a la erupción del volcán Chichonal en 1982, dijo: “al hablar de racismo se debe recordar que, a 40 años de ese suceso, los zoques de Chiapas todavía no conocemos la justicia. Tan es así que las vías de acceso o rutas de evacuación para trasladarse por los municipios de Francisco León, Chapultenango o Viejo Nicapa Pichucalco, siguen estando intransitables.
Esa es solo la parte visible. En cambio, lo que no puede verse: las heridas, el dolor, la rabia, la tristeza, el olvido, el hambre y la depresión de quienes sufrieron ese trauma colectivo, sigue sin ser atendido”, agregó la también activista.
Comentó que “el pueblo organizado es el futuro de la tierra. Porque somos más los que clamamos desde las selvas, ríos y montañas por un planeta vivo. No queremos ser zonas de sacrificio es nuestra máxima consigna. Porque somos sujetos de derecho como cualquier otro habitante del mundo, y como tal, buscamos una vida digna en nuestros territorios ancestrales”.
Los temas que trató Selene Galindo, O’dam del municipio del Mezquital, Durango, y actual asistente de investigación en el Programa Nacional de Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio, bajo la línea de investigación Diversidad cultural, discriminación y desigualdad social, fueron sobre ser activista y persona indígena, la lucha y la resistencia de las mujeres indígenas, además de compartir experiencias acerca de su forma de vida a través del cine:
En mis películas, el interés siempre ha sido tratar de hacer lo que Mikeas dijo hace rato: Que nos vean como humanos. Y pareciera que justamente lo que hace que nuestros territorios puedan ser los primeros en que quieran sacrificarse es porque no nos ven como personas”.
“Solamente nos ven como un conjunto de rasgos, como una lengua, una danza, como algo folclórico, algo a lo que podemos recurrir para divertirnos, para ver algo bonito, para ver algo exótico; pero detrás de esas danzas, de esas lenguas, hay asesinatos y personas que seguimos viviendo, quienes estamos tratando de decirles, por una y todas las formas: ¡Somos personas!”, puntualizó.