
Después de tres años y varias peticiones, el mural “La guerra y la paz” de Gilberto Aceves Navarro, que se ubica en la colonia Santa María la Ribera, al fin tendrá una intervención para restaurarlo a su forma original con el fin de preservar el patrimonio artístico y cultural.
Aceves Navarro fue un gran pintor, muralista, dibujante y maestro de cuatro generaciones en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, alguien que revolucionó el arte moderno en México. Murió a los 88 años.
Las intervenciones que tendrá este mural, según la Secretaría de Cultura, serán las siguientes:
- Registro fotográfico antes, durante y después de todos los procesos de intervención
- Limpieza mecánica y química en áreas con expresiones gráficas
- Eliminación y sustitución de resanes frágiles
- Consolidación y nivelación de áreas desprendidas
- Reintegración cromática en zonas de alteración y faltante con materiales compatibles con el original
Desde el pasado 13 de febrero comenzaron las labores en este mural y otros cuatro realizados por Pablo O’Higgins, Antonio Pujol y Juan Campos W, situados en la colonia Santa María de la Ribera y el Centro Histórico de Ciudad de México, respectivamente.
El arranque de los trabajos de restauración contó con la presencia de la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), Lucina Jiménez López, quien declaró que estas chuleadas es un primer paso para dignificar el patrimonio artístico de la ciudad a fin de que el público también cuide de las obras.
“Van a ser cuatro meses de trabajo para hacer el retiro del graffiti, pero también darle el tratamiento a través de toda la experiencia de los mejores restauradores del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam) para devolverle la dignidad a un mural que representa en verdad uno de los trabajos más importantísimos del maestro Aceves Navarro”, destacó Jiménez López.
Por su parte, el hijo del artista, Juan Aceves agradeció a las autoridades y al propietario del inmueble, Felipe Sung Pi Cho, las facilidades para preservar la obra de su padre, quien aseguró amó Ciudad de México y en cuyos muros lanzó diversos mensajes universales a través de un quehacer crítico que renovó el arte de su época.