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Juana de Asbaje, 375 años de una mujer brillante y luchadora

FOTO: RODOLFO ANGULO /CUARTOSCURO.COM

Hay un poema que cuelga en el viento, él tiene un nombre, Sor Juana de amor… canción “Romance a Sor Juana” de Guadalupe Trigo.

Este 17 de abril se cumplen 375 años del fallecimiento de la “Décima musa”, Sor Juana Inés de la Cruz, quien, por cierto, escribía en cinco idiomas diferentes, basta con revisar su poesía para descubrir trabajos en portugués, italiano, español, por supuesto, latín y en náhuatl.

Ella fue una portentosa mujer a quien, por el hecho de serlo, se le negó, en todo momento, la posibilidad de cursar la escuela. Así lo indican las notas que ella misma escribió y que conocemos como Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, carta autobiográfica que revela no sólo que aprendió a leer y escribir a la increíble edad de tres años, sino que acudió a la Amiga, nombre con el que se conocía a la escuela básica de entonces, exclusiva para niñas, sin que la hubiesen inscrito formalmente.

Es decir, no era una alumna regular, en realidad, su madre, doña Isabel Ramírez, la llevaba simplemente para que sus hermanas mayores la cuidaran, dada la corta edad de Juanita Ramírez de Santillana (y no Juana de Asbaje, como pretenden algunos, puesto que era éste el apellido paterno y Pedro de Asbaje negó su apellido a las tres niñas que tuvo con doña Isabel).

Sabemos que a la universidad sí se le negó la entrada deliberadamente, debido exclusivamente a su género, ya que las mujeres eran consideradas, injustamente, seres humanos bilógica y psicológicamente inferiores y, por lo mismo, dependientes, en todo momento, de los hombres.

¿Qué nos cuenta en sus textos?

A través de sus textos, Sor Juana nos cuenta que ideó cortar su cabello y disfrazarse de hombre, para que su madre la inscribiera en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México, pero que doña Isabel se negó por miedo a las posibles represalias de la Santa Inquisición, si se descubría el engaño.

Así pues, Sor Juana no gozó de una educación académica oportuna, no tuvo la posibilidad de ser educada con orden y método científico, de ahí que el examen universitario que se le aplicó, con motivo de elegir a la preceptora de la hija de los virreyes de Mancera, y que aprobó sorprendentemente, maravilló a propios y a extraños por la diversidad, la profundidad y lo contrastante de las materias que se le plantearon: filosofía, teología, literatura, matemáticas, astronomía y alquimia.

Sorprende entonces que escribiera y, muy posiblemente hablara, cinco idiomas, uno de los cuales aprendió en veinte lecciones, como ella misma revela.

IMÁGENES: BIBLIOTECA VIRTUAL CERVANTES

¿Hizo plagio o tuvo estilo propio?

Fue fructífera como nadie en su época y original, ya que, aunque es cierto que admiró profundamente a los poetas españoles de su época e imitó su estilo (Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Pedro Calderón de la Barca, Baltazar Gracián, Lope de Vega, Tirso de Molina, Miguel de Cervantes Saavedra, y muchos otros), también lo es que a todos los superó con esa facultad polilingüística y con su extraordinaria capacidad creativa que le permitió abordar temas diversos y profundos, que aquéllos nunca abordaron.

Así, poemas como “Hombres necios” (al decir de alguien, el primer poema feminista de América); “Primero sueño”, el poema más extenso de todos los tiempos de la poesía mexicana; el hermosísimo soneto “En perseguirme mundo, qué interesas…”, y muchos otros, son realmente originales, es decir, únicos por su tema, por su trato y por su conciencia creativa.

Copiaba su estilo (de nadie en especial, de todos en diferentes cantidades), no los plagiaba, entendía sus concepciones, las asimilaba y las desarrollaba después a su manera, exagerándolas, ajustándolas a sus propósitos y a su estilo exageradamente personal.

Sin embargo, a este hecho de copiar estilos, debe Sor Juana su fama en Europa, ya que el egocentrismo de los maestros les impedía asomarse siquiera a la poesía escrita por una mujer mexicana (doble motivo de inferioridad), monja, hija bastarda (lo cual era gravísimo en la época) y recomendada por un personaje noble, por si hiciera falta.

Cada uno de los maestros de las leras de aquella época, por curiosidad, por fastidio, por falta de algo nuevo que leer, tarde o temprano abrió el tomo de Inundación Castálida, libro que efectivamente la Condesa de Paredes había publicado en España y que contenía gran número de los poemas de Sor Juana, quien, dicho sea de paso, nunca visitó ese país. Todos, sin excepción, quedaron fascinados al empezar a leer, a todos les pareció que aquella mujer copiaba su estilo, que su poesía se parecía a la propia, y que, en consecuencia, era muy buena.

Después, cada uno hubo de reconocer que, en efecto, había ciertos rasgos estilísticos que los emparentaban, pero que, al final, ella era capaz de seguir su propio camino, de engrandecer su obra de una manera auténtica y original, y que, además, era admirable, grandiosa, de modo tal que fueron ellos quienes le impusieron el sobrenombre con el que la conocemos todavía: “Décima musa”. 

Nadie puede negar su grandeza

Alguien dijo con acierto que probablemente sin Sor Juana la cultura mexicana actual no sería lo que es, que es el mexicano más universal que poseemos, la mujer más trascendente de la literatura latinoamericana. Nadie puede negar su grandeza como poeta, como ser humano universal, rebelde, original y mágico.

Sor Juana es la gran poeta, pues, aunque escribió teatro y otras obras de carácter epistolar, biográfico y crítico, es en el género lírico donde brilla en toda su esplendidez, principalmente en su poesía de tema profano, aquélla en la que Sor Juana se permitió libertades: abordar libremente temas que le interesaban, formas literarias que la fascinaban, reflexiones y emociones que le preocupaban y que eran importantes en el entorno social que la contenía.

Lo mismo escribió romances que madrigales; silvas, que redondillas; sonetos, que ovillejos; serventesios, que letrillas, una diversidad rica y fecunda, donde siempre hay toques de genialidad, incluso en aquellos poemas de corte exclusivamente popular como son los tocotines y mitotes (textos musicalizados, frecuentemente escritos en náhuatl, que eran interpretados en ciertas festividades), donde utilizó convenientemente el romancillo hexasílabo.

Sor Juana fue genial, pero sólo podremos reconocerlo leyéndola, aproximándonos a su poesía, por ello es conveniente terminar este recuerdo invitando a acercarse a esta espléndida mujer que murió un 17 de abril de 1695, en la Ciudad de México, víctima de una extraña epidemia de Tifus, que sólo por ella registra la historia, puesto que pasó casi inadvertida.

¿Dónde se encuentran los restos de la poetisa?

En 2015, los restos atribuidos de Sor Juana Inés de la Cruz fueron trasladados durante un cortejo fúnebre y posteriormente depositados detrás de una vitrina dentro de la Universidad del Claustro de Sor Juana, en Ciudad de México.

Porfirio García Trejo es licenciado en Creación literaria por la UACM y pasante en Letras Hispánicas por la UNAM. Tiene una trayectoria de 35 años en la docencia dentro del IPN y 41 en secundarias oficiales. Ha publicado 17 libros de poesía y cuatro de cuento.

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