Cultura

“La tregua”, el reflejo de lo que no queremos ser, pero de hacia dónde vamos

Una bruma sepia envuelve desde la primera hasta la última página a quien se aventura a explorar La tregua. La monotonía y el aburrimiento de Martín Santomé, el protagonista, hacen de esta historia un inexplicable atractivo morboso e incesante deseo de no soltar la novela hasta llegar a su fin. La estructura es lineal, con algunos huecos de tiempo, pero con una enorme magia en el lenguaje y la sensible manera de expresar los sentimientos.

Se podría asegurar que la historia rebasa lo poco atractivo y aspiracional de no querer ser como Martín Santomé, un oficinista viudo, a punto de jubilarse y que empieza a hacer de su diario la más grande atracción de su vida. Cuando está en el clímax de una relación desastrosa con sus tres hijos: Blanca, Esteban y Jaime, con quienes tiene una ruptura por las diferencias de modos de vida, llega a sus aposentos laborales Laura Avellaneda.

Se trata de una chica de 24 años que tiene la misión de cambiarle la vida de Martín, quien con sus recién 59 cumplidos, se sentía solo, triste, deprimido, y sin expectativas más que automatizar su labor del día a día. Laura Avellaneda cumple la función de heroína. Inyecta fuerza y vitalidad a su amante, con quien tiene encuentros que van más allá de lo carnal y afectivo. Es ella quien le hace recordar que es un ser que siente y es capaz de tener deseos. Cuando, según el diario de Santomé, todo marchaba de maravilla, el destino hace una nueva jugarreta. Desaparece a la amante.

El diario da un salto de septiembre hasta enero. Esa temporalidad implica no sólo lo intempestivo de la pérdida, sino la muerte espiritual que el mismo Martín deja ver con sus últimas anotaciones. “A veces hablo de ella con Blanca (su hija). No lloro, no me desespero; hablo simplemente. Sé que allí hay un eco. Es Blanca la que llora, la que se desespera. Dice que no puede creer en Dios. Que Dios me ha ido dando y quitando las oportunidades”, relata.

Mario Benedetti murió un 17 de mayo de 2009. La tregua es uno de sus grandes legados a la literatura hispanoamericana, e indudablemente universal. Lo intempestivo de su amor, con un final parecido al suicidio, tal como lo haría en su momento Goethe en Wether, deja claro que a veces las palabras más sencillas dejan las más contundentes huellas sobre quien lo lea: “no llevaré más esta libreta. El mundo ha perdido su interés. No seré yo quien registre ese hecho. Hay un solo tema del que podría escribir. Pero no quiero”.

De esta manera, La tregua nos hace encontrarnos como lectores a aquello que tenemos miedo: la soledad. Nos confronta con una especie de alter ego que nos hace sufrir y negarnos a aceptar a manera de empatía. Para Benedetti, el final no es la muerte, sino una interrogante de hacia dónde vamos: “desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes. Después de tanta espera, esto es ocio. ¿Qué haré con él?”.

Con una ambientación muy de los ambientes laborales de los años 50-60, La tregua salió a la luz en 1959 en el lugar de nacimiento de su autor, Uruguay.

Puedes leerlo desde aquí.

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