Cultura

“Librería Retes”: La historia de la librería más antigua de México

1821, año de la consumación de la Independencia de México. Los aires nuevos que presumían una nación renovada imperaban en todas las coordenadas del país.

A inicios de la lucha por la Independencia –1810–, llegó don José María Retes Peiró desde Panamá hasta Mazatlán, Sinaloa, a probar suerte en las artes tipográficas. Así nació la “Imprenta Retes”, que años después migraría a Guadalajara. Allí, “la familia Vallarta gobernaba Jalisco.

Empezaron a subir los impuestos. Así fue como se fue a Tepic”, cuenta José Luis Villegas Retes, actual encargado de la “Librería Retes”, denominada la más antigua del país.

La tradición de los libros en México remite a la religión. Los registros más actuales ubican la llegada de la imprenta en 1539. La trajo fray Juan Zumárraga, quien, al sentir la necesidad de tener un taller tipográfico en la Nueva España, decidió dejar de importar los libros para evangelizar de Europa y crear los propios en el nuevo continente.

De esta manera, se entiende que los primeros registros bibliográficos en nuestro país estaban enfocados en reunir adeptos religiosos. Siglos después, México empezó a diversificar su oferta de libros hacia otras directrices.


Las hermanas Retes tenían una tienda de raya en Tepic, incluso fueron las primeras que vendieron bicicletas. Ellas se hicieron cargo de la imprenta al fallecer don José María Retes Peiró. Entre 1895 y 1925, las señoritas Retes se encargaron de colocar un estante con unos 15 libros dentro de la imprenta. La finalidad era mejorar las ventas, dar mayor oferta. Las únicas editoriales disponibles eran francesas y españolas. Incluso los libros que ofrecían eran de sastrería, caligrafía y oraciones”, relata el actual encargado de la emblemática librería.


Como si hubiera sido ayer, José María Retes detalló la manera en la que un día se acercó un chico de unos 14 años con las señoritas Retes.

 

Provenía de una familia adinerada. No tenía necesidad de trabajar. Sólo quería estar en contacto con las letras. Su trabajo consistía en ponerle los linotipos a las galeradas. Su nombre: Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, hoy conocido como Amado Nervo. Tiempo después se fue a Mazatlán y después a Michoacán. Ahí le perdimos la pista”, rememora el heredero de uno de los tesoros bibliográficos más ricos de México.

Las hermanas Retes continuaron su labor hasta 1945. Ellas dejaron la librería ya consolidada a Carlos Retes Nolasco, su sobrino, pero de inmediato tuvo que abandonarla para tomar posesión Laura Lucía Guerrero García, la abuela.

En 1976 falleció y quedaron responsables de la librería los papás del entrevistado. Hasta la fecha, el psicólogo y traductor, se encarga en su totalidad del negocio.


En febrero de este año, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) dio a conocer que, entre la pandemia y el incremento de dispositivos electrónicos, las editoriales han tenido que promover las ventas en línea a través de librerías nacionales y plataformas internacionales. No obstante, el libro electrónico (e-book) representó en 2020 apenas 4% de facturación anual respecto al libro impreso. La suerte de las llamadas “librerías de viejo” como la “Retes” se arrastra desde hace décadas.


En los años 80, la gente venía a comprar libros de texto. Se hacían enormes colas. Incluso los escritores venían para promocionar sus obras. Se puede decir que fue la época de oro de la ‘Librería Retes’, hasta 1997. Ese año, mis papás se hicieron del material para abastecer a todos. A los pocos días, vinieron los soldados y se los llevaron para entregarlos en comunidades de pueblos originarios de Veracruz y Tabasco. La deuda que quedó fue enorme”, relata José Luis, quien rememora un siguiente episodio tan memorable como lamentable.


En el año 2000, cuando aparecieron los buscadores de internet, empezaron a bajar las ventas. Llegó Google y la situación se complicó más. Pero a su vez ha sido una gran oportunidad. Gracias a que los jóvenes tienen más acceso a la información, ahora apuntan a un escritor y vienen a buscarlo. Libros que habíamos tenido durante 30 o 40 años, como los de Khalil Gibran o Fernando Savater, ya se están vendiendo”, cuenta Villegas Retes al destacar que antes buscaban opciones para leer las personas de la tercera edad, ahora su estadística se ha movido al rango de entre los 22 y 26 años.

Esos chicos saben ahora lo que yo tardé en aprender en 20 años”, agrega emocionado y al destacar que los libros que más se le venden son: El principito, Ana Frank y El Capital, de Karl Marx.

La empresa de análisis editorial, Nielsen Bookscan México, dio a conocer a finales de 2020, que, entre enero y agosto del año pasado, la venta de libros en México se contrajo 20%, debido a la paralización de la economía por la pandemia de COVID-19. En términos anuales, la reducción registrada en agosto representó 30% respecto a agosto de 2019.


No obstante, estas cifras no representan barrera alguna para el actual encargado de la “Librería Retes”:

La pandemia ha hecho que no haya ventas en libros escolares, pero los extranjeros vienen por textos de locales nayaritas, mexicanos y, sin duda, de Amado Nervo; indígenas como los huicholes por diccionarios o libros de enseñanza técnica, los jóvenes por sus consultas de internet. Incluso ya nos han contactado de países como Italia, Egipto Argelia o Pakistán; también piden a Nervo”, expresa contento José Luis.


La “Librería Retes” se aferra a seguir existiendo. El compromiso por preservar el legado de tantas generaciones, y de una historia tan preciada como cada libro que compone su acervo, hacen a José Luis Villegas Retes buscar las alternativas para seguir en la lucha por no dejar morir un establecimiento que les ha dado más de lo que les haya podido hacer perder.

La librería está viva. Los libros en papel son indispensables. Aunque nos vean como no esenciales, todavía estamos al nivel de los negocios contemporáneos. Es nuestra tarea dejar claro que somos un negocio competente y redituable”, concluye el creador del posible diario más grande del mundo.

 

Lo empecé a escribir el 13 de abril de 1985. Tiene cerca de 40 mil páginas. Son como 54 tomos. En éste habitan reflexiones sobre la librería, aprendizajes de algún cliente, o vivencias del día a día. Nunca he dejado de escribirlo”, agrega el responsable de preservar el legado bibliográfico más simbólico de su familia, el más comprometedor de Nayarit, y el más antiguo, seguramente, de México.

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