Cultura

‘Llámame por tu nombre’, míralo o léelo, pero te enseñará a amar

El ansia de palabras de su boca a mi boca y de vuelta a la suya, intercambiando palabras entre ambas, que fue cuando debí de empezar a soltar obscenidades que él repetía después de mí, con suavidad al principio, hasta que me dijo: “Llámame por tu nombre y yo te llamaré a ti por el mío”.

Ese fragmento extraído, tanto del libro como de la más afamada película, no es más que la esencia de lo que desenvolverá Llámame por tu nombre, un libro publicado en Estados Unidos en 2017, que va más allá de caracterizarse por ser una película “gay” sin que dicha palabra sea pronunciada en todo el libro.

Poco importa conocer las coordenadas exactas de la Italia narrada. En cada rincón, en cada momento esbozado por su autor, André Aciman nos regala una fotografía en aquel libro que no hace más que imaginarnos el norte de aquel país latino lleno de naturaleza, de cielos azules, pero también de un arte que se advierte impregnado en cada rincón. Tanto como lo es esa Italia de los 80 contada, como lo sigue siendo ahora.

Llámame por tu nombre es un libro tan distante de reseñarse, como de contarse en palabras ajenas a las del escritor sefardí (judíos que vivieron en España), dominante del árabe, griego y ladino (judeoespañol). Indudablemente, la obra maestra de Aciman deja triste, dolido y frustrado a quien lo lea; pero a su vez, con el imaginario de una utopía del amor y enamoramiento.

No se trata de un texto que se remita a contar la historia de Oliver, un becario estadounidense quien llega, durante 6 semanas veraniegas, a una casa situada al norte de Italia, para hacer una investigación filológica con el padre de Elio, un adolescente en plena experimentación de su sexualidad. Después de confrontamientos, siempre poéticos y con un galano arte de seducción por parte de ambos, el amor se consuma con la frase “Llámame por tu nombre y yo te llamaré a ti por el mío”.

El tiempo de prácticas se termina y la separación entre Oliver y Elio llega. Ambos deben tomar sus rumbos. Elio se vuelve un grande de la música clásica y Oliver hace su vida, casado como dicta el estamento judío, durante unos años. Ya que el amor, por parte de ambos, sobrevive al tiempo y a la distancia, André Aciman les da la oportunidad del reencuentro, en el que llega un final el libro permeado, como desde un inicio, por la pasión, el dolor, el erotismo, el deseo, el recuerdo y el sentimiento de soledad entendidos desde el filósofo Marcel Proust, de quien Aciman es férreo estudioso.

La historia puede gustar o no. Las escenas se podrán imaginar o no. Lo que es seguro es que Llámame por tu nombre marcará a todo aquel que lea sus páginas, porque obligará a recordar que, en algún momento de nuestras vidas: pasadas, presentes y si no, futuras, hemos caído en la misma jugada de la vida que bien menciona en algún momento Aciman: desde que se convirtió en mí y yo me transformé en él hace tantos años, iba a seguir siendo para siempre, mucho después de que hubiéramos tomado caminos muy distintos en la vida, mi hermano, mi padre, mi hijo, mi marido, mi amante, yo… habíamos encontrado las estrellas, tú y yo. Y esto solo se consigue una vez.

Llámame por tu nombre está disponible en cualquier librería, o en tiendas de comercio electrónico, tanto en su versión impresa como digital. Actualmente la película ha vuelto a resurgir por haber sido llevada a Netflix. Ambas versiones son obligadas para entender Encuéntrame, la continuación del libro que hizo famoso a André Aciman.

 

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