Cultura

Origami: el arte caricósmico de José Muñoz

El origami se compone de dos palabras: ori, significa “doblar-plegar” y kami, “papel.” Se originó en China alrededor del siglo I y II d.C y llegó a Japón hasta el siglo VI d.C. En principio formó parte de la nobleza y tenía fines religiosos. La clase privilegiada era la única que tenía acceso al papel hecho a mano, por lo que durante largo tiempo fue considerado un lujo. No fue sino hasta el siglo XIV y XVI que su uso se expandió a la población, debido a los bajos costos del papel. A finales del siglo XVI aparece el primer libro de origami llamado Hiden Senbazuru Orikata. Fue hasta el siglo XVII y XVIII que se expande como arte recreativo entre la población nipona.

Miguel de Unamuno, por ejemplo, fue una de las voces que invitó a valorar al origami en la península Ibérica. Si bien ya existía (llegó con los árabes a Europa durante el medievo) su uso no era extendido, por lo que el poeta invita a hacer “pajaritas de papel en todas posturas y proyecciones, pues las pajaritas, sobre ser objetos de bulto, afectan formas geométricas”, lo consideraba un ingenioso método de enseñanza para adquirir el sentido de la forma. Cabe destacar que entre los árabes adquirió relevancia para hacer figuras geométricas con relaciones matemáticas.

Al continente americano llegó con la colonización europea. Más tardíamente, en el siglo XX, fue llevado a las escuelas, considerado dentro de los métodos pedagógicos, y fue tomando espacios en los círculos de arte. En la actualidad existen distintas técnicas de origami.

El origami es el arte que desarrolla José Muñoz, un vendedor de figurillas en Tultitlán, como una fuente de trabajo inmediata. El hombre de habilidosas manos ‘caricósmicas’ compartió su historia con Once Noticias.

José y sus figurillas ‘caricósmicas’

José Enrique Muñoz Morales está próximo a celebrar su cumpleaños número 74. Se dedica a hacer figuras de origami y las vende en la puerta de salida de un centro comercial, en el municipio de Tultitlán. Las personas que laboran en la tienda ya lo conocen y no falta quien lo salude. Mientras conversa con Once Noticias, muestra sus figurillas: colibríes, gorilas, elefantes y corazones. Posee buen ánimo, aunque ha vendido poco en el día.

Con emoción rememora que fue a los diez años cuando empezó en el origami: “lo primero que hice fue una ranita. Y luego el maestro Alfredo Castañeda –todavía me acuerdo de su nombre– me mandó con un pase a la embajada de Japón y ahí aprendí origami.”

Sin embargo, José empezó a comerciarlo a raíz del accidente que le arrebató su pierna izquierda, hace tres años y medio. Fue una llanta de tráiler cuando trabajaba en una empresa. Comparte detalles de un recuerdo doloroso; confiesa que esa situación lo dejó en la ruina: “aparte tiene uno que gastar lo que no tiene. La empresa se desentendió. Duré un tiempo con medicina y antibióticos. Luego se me vino una infección en el hueso. No había elección: o me cortaban la pierna o se me venía una septicemia.”

José nació en Nicaragua, pero creció en Chetumal. Comparte que su madre desapareció sin dejar rastro alguno, por lo que su abuelo fue el que se hizo cargo de él. A los seis años llegó a la CDMX. Al Estado de México llegó hace poco: “llegué por el accidente. Me vine a vivir con mis hijas.”

Para tener una entrada económica decidió retomar el origami: “dije qué voy hacer. A ver qué hago y empecé. Ahorita con la pandemia la cosa está muy pesada, pero me da para mis frijoles. Antes vendía en escuelas, zoológicos e iglesias, pero ahora no hay nada de eso. La única parte donde me dejan vender es aquí.”

La figurilla que más le piden es el dragón, el dinosaurio y el elefante. Y es que las piezas implican más dificultad que las aves, comparte José a Once Noticias. Lo que más vende son los colibríes: “la gente los considera de buena suerte.” Las piezas más sencillas, que le llevan sólo 7 minutos, son los pájaros: la paloma, el colibrí, la cigüeña. La pieza más sencilla es la grulla. José comenta que no le gusta hacerla porque piensa que la gente merece calidad:

La gente merece curiosidad, algo de arte. Considero que esto es arte, porque aquí hay mucho conocimiento matemático, topográfico y caricósmico.

Cuenta que sus clientes favoritos son los niños y las niñas. También los adultos que aprecian su arte. Con respecto a las ventas comparte que se ha visto muy afectado por la pandemia: “lo que más he llegado a vender son 50 figuras. Ahorita vendo 10 o 15 figuras, un promedio de 100 o 150 pesos diarios. Vendo muy poco. Hoy llegué a las 4 y apenas llevo 50 pesos.”

Sobre su andadera tiene una tabla y sobre ella, sus figurillas. Mientras conversa, enciende un cigarrillo y lo fuma sin prisa, sabe que hay tiempo, aún le quedan un par de horas. Confiesa, con tono contundente, que él no le teme al Covid: “hay que cuidarse, sí, pero tener miedo al Covid es echar a perder el tiempo que me queda. Cuidarme sería quedarme en la casa, pero debo trabajar. Salgo por necesidad. Yo le llamo dignidad. Yo puedo hacer esto y hasta donde pueda.”

Comparte que estuvo involucrado en el movimiento estudiantil del 68, cuando estudiaba en el IPN la carrera de físico-matemático. No obstante, abandonó la carrera y comenzó a trabajar de agente de ventas, posteriormente, como trailero. Sus recuerdos se sostienen sobre esa tabla y se expresan en cada gorila o en cada pájaro que ofrece por 10 pesos. José Muñoz finaliza mientras una mujer le compra una figurilla de origami:

                       En cada figura va un poco de arte caricósmico

 

 

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