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¿Qué es amor y amistad según la Filosofía?

¿Cuántas veces no hemos considerado a una persona nuestra amiga? ¿A qué personas les hemos dicho “te amo” sin valorar posiblemente el alcance y el impacto de expresarlo?.

El filósofo francés, Jacques Derrida, hace un recorrido a través de la historia de la filosofía sobre estos conceptos en su libro Políticas de la amistad. Parte de las enseñanzas aristotélicas, plantean la amistad como un sentimiento que conviene entregar antes de que alguien lo haga a nosotros.

Para Aristóteles, a la amistad le conviene amar antes que ser amado. Incluso se introduce en un concepto que muchos gustan de exclamar durante una declaración: la inmortalidad. Según el filósofo griego, no se puede amar sin vivir y sin saber que se ama, pero se puede seguir amando al muerto o a lo inanimado –podemos interpretar aquí a las idealizaciones que nos hacemos a veces de algunas personas–. Para Aristóteles, hablamos de la posibilidad de amar al muerto como llega a decidirse una cierta amancia. Podemos entender esto último como aquella frase que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.

Bajo la misma secuencia aristotélica, Derrida evoca a un siguiente concepto, imprescindible en los ámbitos del amor y la amistad: el tiempo. Para los griegos, no hay amistad estable sin confianza, pero no hay confianza sin el tiempo. Hay que someterla, en efecto, a una especie de prueba del tiempo. Sobre esta línea, se hace necesaria aquella histórica discusión entre los mortales cuando nos cuestionamos si es mejor tener muchos o pocos amigos.

Aristóteles afirma que no hay que tener demasiados, puesto que nos faltaría el tiempo para ponerlos a prueba viviendo con cada uno. Pues hay que vivir con cada uno. Con cada una. Esto último no se tiene que tomar al pie de la letra. Más bien refiere a la oportunidad que tenemos que darnos de adentrarnos en las vidas, almas y mentes de aquellos que consideramos nuestros amigos para tener una idea más concreta de que somos capaces de amarnos.

Con un viaje al futuro, Derrida nos transporta a la entrada del siglo XX, con Friedrich Nietzsche, quien en Así habló Zaratustra, “amigo” es “sinónimo” de hermano, y no precisamente por la cuestión sanguínea. Para el filósofo alemán, la “buena amistad” supone la desproporción. Exige una cierta ruptura de reciprocidad o de igualdad, la interrupción también de toda fusión o confusión entre uno y el otro. Significa al mismo tiempo un divorcio con el amor, aunque sea el amor de sí. Es evidente establecer que a esa hermandad no sanguínea, se le denomina así por la fortalecida amistad establecida, pero que, como en toda relación de hermanos, siempre tiene que haber crispaciones. Pero nunca terminará.

Con base en estos planteamientos, en los que Jacques Derrida teje las ideas de “amistad”, “amar”, “confianza”, “inmortalidad”, “tiempo” y “amigo”, seguramente es posible entender cómo tendría que funcionar una amistad, qué representará para cada uno de nosotros amar a alguien o más personas, en qué momento considerarlo amistad y cuándo “retirar el título” y por qué. Así, si persisten las dudas, podríamos creerle al pensador francés cuando nos dice: “No hay amigos, lo sabemos, pero, se los ruego, hacer míos, ser mis amigos. Lo son ya, puesto que los llamo así”.

 

Dedicatoria a un amigo

Éramos amigos, y no hemos vuelto extraños el uno para el otro. Pero está bien que sea así. Una ley superior a nosotros quiso que fuésemos extraños el uno al otro, y por eso nos debemos respeto, y por eso quedará más santificado todavía el recuerdo de nuestra amistad pasada.

Existe probablemente una enorme curva invisible, una ruta estelar, donde nuestros senderos y nuestros destinos están inscritos como cortas etapas: ¡elevémonos por encima de este pensamiento! ¡Pero nuestra vida es demasiado corta y nuestra vista sobrado flaca para que podamos ser más que amigos en el sentido de aquella sublime posibilidad! Por eso queremos creer en nuestra amistad de estrellas, aun en el caso de que fuéramos enemigos en la tierra.

Friedrich Nietzsche

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