Mediante análisis genéticos se ha descubierto que en la antigua ciudad maya de Chichén Itzá se practicaba el sacrificio ritual de infantes, centrado exclusivamente en varones.
Entre otros resultados del estudio, dado a conocer en la revista científica Nature, está la identificación, en un acervo óseo bajo resguardo del Centro INAH Yucatán, de estrechas relaciones de parentesco de los niños inmolados, incluida la de dos pares de gemelos idénticos.
Lo anterior sugiere una conexión de las prácticas sacrificiales con los mitos del origen del Popol Vuh, toda vez que, en la cosmovisión maya y mesoamericana en general, los gemelos representan cualidades de dualidad entre las deidades y los héroes.
Esta es, además, la primera ocasión en la que se identifican a mellizos en contextos funerarios mayas de la antigüedad.
La investigación fue realizada por un equipo interdisciplinario, liderado por Rodrigo Barquera Lozano, del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (MPI-EVA, por sus siglas en inglés), en Leipzig, Alemania, en el que participaron cuatro especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El grupo de científicos llevó a cabo sus indagaciones en el Laboratorio de Arqueogenética del MPI-EVA y se concentró en los restos de 64 infantes, cuyos restos óseos fueron descubiertos en 1967, dentro de una cámara subterránea localizada 300 metros al noreste del Cenote Sagrado de Chichén Itzá.
El artículo explica que este espacio naturalmente formado pudo ser usado como un chultún, depósitos creados por los mayas para el almacenamiento de agua, y ampliado para conectarlo con una pequeña caverna.
Del osario, que de manera general contenía más de un centenar de esqueletos, se seleccionaron 64 individuos, determinados a partir de sus cráneos, en específico de porciones de sus huesos temporales izquierdos.
“Para comprender mejor el origen y las relaciones biológicas de los niños sacrificados, así como su relación con los habitantes actuales de la región, utilizamos un enfoque combinado de bioarqueología y genómica para investigar los 64 subadultos enterrados dentro del chultún, y compararlos con 68 habitantes mayas actuales del pueblo Tixcacaltuyub, cercano a Chichén Itzá, así como con otros datos genéticos antiguos y contemporáneos disponibles de la región”, explicó Rodrigo Barquera.
La datación de los restos reveló que el chultún fue utilizado con fines mortuorios entre los siglos VII y XII, pero que la mayoría de los niños fueron enterrados durante el periodo de 200 años del apogeo político de Chichén Itzá, entre los años 800 y 1000 d.C.
Por otra parte, a partir del análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno del colágeno óseo, se encontró que estos jóvenes parientes habían consumido dietas similares, lo que sugiere que fueron criados en la misma zona y, posiblemente, bajo los mismos accesos a recursos y costumbres alimentarias.